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Secuencia epistémica del aprendizaje

  • Julio A. Sánchez Flores
  • 18 jun 2018
  • 4 Min. de lectura

Para aprender a Ser y Hacer, lo primero es Conocer. Y este acto es un proceso esencial en nosotros los seres humanos con tendencia a obtener información para el logro de nuestros objetivos, y para un mejor desempeño en la vida presente y futura. Es decir, conocer es una actividad esencial para obtener la certeza de lo que queremos en la compleja realidad en la cual convivimos como entes sociales, emocionales y, por ende, racionales.

El acto de conocer se nos presenta, tanto a los docentes como a los alumnos, como una secuencia de procesos cognitivos que operan de manera sistemática en el consciente, en el sentido de lo que queremos sobre el objeto como propósito, y que es de suma importancia que se lo hagamos saber a los alumnos antes de dar inicio a un plan de estudios, cualquiera sea su naturaleza y propósito.

Y no es asunto que yo lo invente, y con ello descubrir la fórmula del agua tibia, sino que filósofos como René Descarte (1596 – 1650) en su Discurso del Método, Edgar Morín (1980 ) en Para salir del siglo XX, Peter Senge (1990) en La Quinta Disciplina y Fernando Savater (2014) en La Dificultad de educar, entre otros, han sido reiterativos en el arte de educar para conocer y así Ser, Hacer y Convivir, a través de diferentes corrientes educativas y filosóficas en las que se destacan los actos de racionalidad, empirismo, creatividad y la utilidad en lo que concierne a la generación de nuevos conocimientos.

Dentro de estos marcos epistémicos, y en función de nuestra responsabilidad ética como docentes, estamos en la obligación de dar a conocer a los alumnos todos los procesos cognitivos que tienen que abordar para lograr, de esta manera, el perfil que demanda un plan de estudios que tenga como base el desarrollo de competencias antes de dar inicio a cualquier asignatura en particular.

En este orden de ideas, el sujeto en su afán de conocer percibe primero a través de los sentidos el objeto de su interés; luego, lo procesa mediante el análisis para entenderlo; después, lo evalúa y lo sintetiza a fin de comprenderlo, acto este último que le permitirá su aplicación para lo que él quiere o desea como cognoscente.

Una vez percibido el objeto de interés en la complejidad de la realidad en donde esté insertado, es sometido por el lado izquierdo del cerebro a un proceso analítico, descomponiendo su todo para ver cómo se encuentran integradas e interconectadas sus partes o componentes. Es decir, identificar sus coyunturas sistémicas para descubrir sus relaciones implícitas o explicitas, acto que nos permitirá distinguir, caracterizar, discriminar, diferenciar y relacionar el objeto entre sus partes con su todo, y de éste su dependencia y funcionamiento de las partes. Es como cuando uno de niño desarmaba un carrito de juguete para ver cómo funcionaba, cosa que después nos costaba armarlo por la poca experiencia que teníamos en esa corta edad.

¿A qué nos conduce el análisis como proceso? A la comprensión del objeto. O lo que es lo mismo, a la capacidad de identificar e interpretar su concepto sustancial, o las ideas principales que lo conforman para formular conclusiones. Superada esta fase, viene después la evaluación; la cual, no es más que la capacidad o competencia que obtiene el alumno para la crítica y la emisión de juicios y conceptos partiendo de su propio criterio, ética y experiencia debidamente fundamentada. Al llegar hasta aquí, el alumno tendrá la competencia para juzgar, valorar, verificar, contrastar, comparar, opinar, criticar, argumentar y justificar su propuesta o tesis que mantenga.

Por otro lado, la evaluación le permitirá alcanzar al estadio que lo conducirá al conocimiento y su aplicación: la síntesis. El llegar a este proceso es cuando el alumno demuestra su capacidad para elaborar un ensayo, un informe, la propuesta de su tesis; en fin, se le facilita el desarrollo de paradigmas y conductas en donde la iniciativa y creatividad se ponen de manifiesto en la originalidad de sus productos, y no en copiar y pegar.

¿Cómo sabemos, entonces, cuando el alumno ha adquirido la capacidad para generar su propio conocimiento, el cual, luego lo hará competente para tomar decisiones acertadas y eficientes? Cuando, mediante la asociación de ideas esté en capacidad para enunciar conceptos operacionales o estratégicos, formular líneas estratégicas, reglas o principios estratégicos, o el diseño de cualquier marco teórico o doctrina que le permita resolver, o proponer soluciones a situaciones problemáticas o conflictivas, dentro del marco de su profesión.

En consecuencia, toda decisión, doctrina o concepto debe ser pensado sobre la base de la percepción holística y sistémica de la realidad en el marco de la complejidad, acto que conlleva el análisis, la comprensión, la evaluación y la síntesis en la búsqueda del conocimiento, en función de su aplicación para Ser y Hacer. Un ejemplo de todo lo expresado lo podemos tomar del Proceso de Planificación Militar, método conocido por nosotros por sus siglas PPM en el que se repiten todos los procesos o fases cognitivas descritas para llegar a una decisión y posterior concepto de la operación.

En fin, si pensamos las cosas como es debido, evitamos con ello caer en lo que dijo Einstein en su momento: No hay signos más claros de locura que repetir lo mismo una y otra vez esperando los mismos resultados. Buscarle solución a un problema, o formular una estrategia a la luz de los procesos cognitivos antes señalados, no es más que la aplicación del conocimiento a la vida práctica, pero, también, al desarrollo de pensamientos capaces de generar propuestas que nos permitan actuar bajo presión en los difíciles momentos en que tengamos que aplicar lo pensado ante la compleja realidad a la cual debamos enfrentar.


 
 
 

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