top of page
Buscar

Las herramientas del diablo

  • Julio A. Sánchez Flores
  • 1 dic 2017
  • 4 Min. de lectura

Un día en que el diablo, cansado ya de recibir a cada rato almas corrompidas en las que figuran la de políticos mentirosos, abogados inescrupulosos y médicos desalmados e insensibles ante el dolor humano -cobro excesivo de honorarios - causa por la cual muchos de sus clientes fueron atendidos prematuramente por San Pedro, se le ocurrió buscar un sitio que fuera el más adecuado para vender sus herramientas, debido a que se había quedado sin recursos por la cantidad de corruptos que pululaban en sus antros, los cuales, con sus tramposos negocios, le habían dejado las arcas vacías.

El sitio que escogió no fue en Occidente ni mucho menos cualquier país de América. No se le ocurrió otra cosa que escoger el Medio Oriente por los antecedentes que conocía de boca de muchas almas que le habían enviado los cuerpos policiales, y por boca de muchos arrepentidos terroristas que nunca supieron como llegaron a tan infamante mundo de manera intempestiva cuando fueron convertidos en bombas ambulantes. Y así fue como escogió para la venta de sus herramientas ese mundo de las mil y una noche de Sherezada.

No había terminado de colocar sus herramientas en un estante del tarantín que le había prestado un paisano árabe, buhonero islámico muy parecido a los bachaqueros nuestros que se enriquecen con la miseria ajena, cuando percibió la presencia de una persona de pelo plateado y de porte distinguido que vestía con elegancia destacando con garbo su altivez. Ante el caballero de férrea figura, de inmediato el diablo supo que no era de esa región.

El extraño caballero miraba con asombro como el odio, la envidia, la corrupción, el abuso de poder, la intolerancia, el egoísmo, la mediocridad y la estafa, entre otras herramientas, se encontraban explayadas sobre el mostrador. El diablo, al ver el interés del individuo sobre ellas, le fue indicando una por una y para qué servían.

El odio, le dijo con su vozarrón de ultratumba, es la antipatía o aversión hacia algunas personas o cosa cuyo mal se desea y representa una enfermedad moral que aqueja a una gran porción de la humanidad. Es un pesado lastre que hunde profundamente al corazón en el pecho, y grava, como una losa sepulcral, sobre todas las alegrías. Conozco a muchos en esta región que lo ponen en práctica siendo expertos en sembrarlo causando tantas guerras contra aquellos que no comulgan con su religión.

La envidia, una de mis herramientas más sutiles, es el malestar que se siente ante una felicidad ajena, superior e inalcanzable contra todas aquellas cosas bonitas y que pudiera ser útil para que la gente viviera feliz. Pero, aquí tienes otra que los ha hecho ricos a muchos gobernantes, reyes, jeques y emires, y que no tiene límites en las testas coronadas de los que viven del petróleo: la corrupción. Sí, la corrupción. Ella es la esencia del problema moral de la humanidad, la pérdida de la esencia íntima de aquello que hace realmente humano al hombre a diferencia de los animales, con el perdón de los animales.

Pero, aquí tengo otra que te servirá si la quieres y que ha mantenido gobernando a aquellos que se la dan de reyes: el abuso de poder y la intolerancia. Existen muchos seres y que humanos, bien por su profesión, ideología o cargo, tienen un poder inmenso, muy grande que le fue otorgado sobre las vidas de sus conciudadanos; pero, por su irresponsabilidad moral y sus comportamientos anti éticos a través del engaño, el fraude y el terror, han sembrado el miedo que tiene paralizados a lo que ustedes mal denominan sus súbditos.

El distinguido caballero, dando muestra de desagrado y con intención de retirarse del sitio, el diablo lo aguanta diciéndole: - Epa, no se vaya, que aún tengo otras que mostrarle, y ahí las tienes frente a usted que quiero que las aprecies; pero, sé que no necesita comprarlas porque de esas a ustedes les sobra en occidente. Me refiero a la mediocridad, el egoísmo y la estafa de modelos y normas que coartan la libertad de sus pueblos y que quieren imponer a troche y moche abusando de la ignorancia de los que creen en hombres como usted.

El caballero, al ver que el diablo se iba poniendo más colorado que tomate maduro, no le quedó más alternativa que seguir escuchándolo, no obstante, le preguntó por una pequeña que se encontraba apartada del resto de las herramientas, asomada en una esquina del tarantín y que casi no se veía a simple vista. - ¡Ah! Esa no está en venta. Le respondió el diablo con ironía. Esa es la que más uso porque llega hasta la médula del alma de los seres que mi competencia, Dios, los ha creado a su imagen y semejanza: es la desesperanza, o el desaliento como algunos filósofos lo llaman. Ella tiene la potestad de que al tocarlo con ella el hombre pierda la fe en sí mismo, en los demás y en sus creencias. Pero, no la voy a vender así nomás, creo que no haga falta; sin que la haya usado se me ha escapado y no sé cómo le ha llegado a la humanidad así tan repentinamente que la ha convertido en incrédula perdiendo la fe en el único Dios que yo conozco. No existe otro, creo que no tengo más rivales.

Bueno amigos, dejemos al diablo con su venta que ya hoy le sobran clientes que le compren sus herramientas. Levantemos ese ánimo, tengamos fe en Dios, en nuestras fortalezas y en nuestros valores espirituales. Al mal tiempo buena cara, vendrán buenos si nos ponemos siempre en las manos de Dios.


 
 
 

Comentários


Featured Review
Tag Cloud
Vuelve pronto
Una vez que se publiquen entradas, las verás aquí.

© 2023 by Julio Sánchez. Proudly created with Wix.com

  • Twitter B&W
bottom of page