El hombre como arma letal
- Julio A. Sánchez Flores
- 22 nov 2017
- 2 Min. de lectura

No hay peor arma en la guerra que el mismo hombre, y más cuando ha perdido el sentido de la conciencia. Según Fernando García, periodista del diario Cultura, de Madrid, España, en su artículo La droga como arma de guerra, título del libro del mismo nombre de Lukas Kamieski, sostiene que, las drogas son desde hace siglos lo que de manera más efectiva ha movido a los soldados en el campo de batalla en todas las épocas y en cualquier contienda. Los grupos terroristas, las guerrillas y los ejércitos no regulares, en especial los que reclutan niños, llevan ventajas en ese frente debido a que no conocen límites y no sometidos a controles democráticos.
Los casos más patéticos, citando García a Kamieski en su artículo, lo representan las guerras que se han suscitado en Liberia y en Sierra Leona, ciudades en las que los jefes de las guerrillas utilizaban las drogas con un doble propósito: convertir a los soldados en monstruos sin miedo ni piedad, impredecibles ante el enemigo, y de crearles una dependencia total de ellos, como proveedores, mediante la adición.
En la lista de los que utilizan la droga como arma de guerra no escapan los islamitas, quienes, a pesar de su religión, la utilizan como medio superior para vencer a los que ellos llaman infieles. Aunque utilizan la coca, incluso la heroína, la droga favorita de la Yihad es una anfetamina llamada Captagón, de consumo muy extendido en los países árabes, y casi desconocida en Occidente.
En virtud de su elevado consumo y popularidad en los jóvenes del Medio Oriente, el Captagón no es solo una droga para dopar a los soldados sino también una fuente de ingreso para los islámicos en el financiamiento de actividades terroristas. ¿Por qué el Captagón? Nos preguntamos. Porque además de fuente financiera es una poderosa arma de combate dada su capacidad de reducir el miedo, suprimir el dolor, aliviar el hambre, incrementar la fuerza y reducir la necesidad de dormir.
Pero, el uso de la droga como arma de guerra no ha sido solo exclusividad de los grupos terroristas hoy día. Las investigaciones de Kamieski subrayan el auge actual de las drogas en todos los conflictos, y particularmente por parte de los militares estadounidenses, que históricamente es sabido la utilizaron en la Guerra de Corea, Vietnam, y han permitido su consumo controlado en Irak y Afganistán. Los alemanes e ingleses hicieron lo mismo durante la Segunda Guerra Mundial con las anfetaminas.
Ahora, no vayamos muy lejos. El hampa, aquí en Venezuela, también ha acudido al consumo de drogas para realizar sus fechorías. Vemos a diario en la prensa escrita y en los medios audiovisuales como personas son asesinadas antes de robarlas. Estos victimarios no se conforman con despojar a la víctima del vehículo, del celular, de los zapatos o de la cartera, sino que, sin preguntar, le disparan a quema ropa como medida preventiva.
Según los resultados de estas investigaciones parece que las arengas, la acción psicológica, las condecoraciones como incentivos y el amor a la patria para que el soldado se sienta motivado en la guerra, no son suficientes. Acudir al expediente de la droga como que ha sido el complemento para despojarlo de toda sensibilidad humana.
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