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Es cuestión de ética

  • Julio A. Sánchez Flores
  • 10 jun 2017
  • 4 Min. de lectura

Calvin y Hobbes son dos personajes de una tira cómica que publicaba el suplemento del diario El Universal con mensajes en los que se evidencia el comportamiento del ser humano en el contexto axiológico y ontológico. El autor de esta tira cómica es Bill Watterson, quien relata con mucho humor las peripecias de Calvin y su relación con un tigre de peluche, Hobbes, a quien Calvin le da vida a través de su imaginación. Cada mañana, al comprar el referido medio de comunicación en un kiosco cercano a mi residencia, lo primero que hacía era leer la citada tira del suplemento para reírme un poco de las ocurrencias de Calvin con su tigrito de peluche.

Calvin, entonces, el personaje principal la tira, es un niño de aproximadamente seis años de edad, de esos que nuestros padres llamaban en mi época tremendo por las ocurrencias propias de su edad. El otro personaje, no menos importante, es un tigrito de peluche que cobra vida en la imaginación de Calvin, y con quien éste mantiene diálogos que una veces nos asombra, pero también nos llama a la reflexión.

Con respecto al titulo de este escrito, hago particular referencia a uno de los pasajes que me llamó poderosamente la atención sobre las decisiones que uno, como ser humano, tiene que tomar ante un problema en la que los principios y valores que hemos adquiridos desde niño, juegan un rol primordial ante las respuestas que debemos dar a la hora de escoger lo que mejor nos convenga en función de nuestros intereses.

Hobbes, al ver que Calvin regresa de la escuela cabizbajo y con una expresión de tristeza en la cara, le pregunta: - ¿Cómo te fue en el examen de hoy? - No muy bien – Le responde Calvin. – No había estudiado con profundidad el tema, sin embargo, tuve la oportunidad de copiarme: tenía los apuntes debajo del pupitre y el maestro se encontraba distraído leyendo una novela. Pero, se me presentó un dilema. Por un lado, de no hacerlo y demostrar que no sabía, o copiarme para pasar el examen. No obstante, entre ese teje y maneje pensando en qué era lo correcto e incorrecto, o mejor dicho, lo que debía hacer, se me pasó el tiempo, por lo que tuve que entregar el examen en blanco.

- Bueno ¿y cuál era el tema del examen que te llevó a no copiarte, si eso es lo que tu siempre has hecho en exámenes anteriores? Le pregunta Hobbes. A lo que Calvin le responde: - No podía, mi conciencia esta vez fue más fuerte que yo. El examen que nos puso el maestro era de Ética, Moral y de buenas costumbres.

Ahora, ¿a que viene todo este cuento? ¿qué entendemos por moral, por ética y por buenas costumbres, y qué tienen que ver estas cosas abstractas en nosotros como seres humanos? Bueno, casi todo en nuestras vidas, o en la vida misma con respecto a los demás, a la naturaleza y con Dios. La Ética tiene por objeto el estudio epistemológico de las normas de conducta del ser humano como ente insertado en una sociedad, mientras que la Moral se circunscribe y se refiere a los códigos particulares que describen determinadas formas de conducta. Según lo que se desprende de este concepto, no es lo mismo la moral islámica que la moral que adoptamos los que vivimos en el sector occidental del planeta tierra. Para los islámicos, casarse varias veces, o tener varias esposas, es propio de esa religión, sin embargo, para nosotros los católicos, con una esposa ya es más que suficiente.

Sucede pues, que la Ética no se propone comprobar lo que es, sino determinar lo que debe ser; es decir, ella se encarga de suministrar las reglas y normas de conducta que han de seguirse en un contexto social. En palabras simples, determina la Moral. Con respecto a Las buenas costumbres, éstas nos son más que reglas de comportamiento basadas en los modales, respeto y en la educación para con los otros. Manuel Antonio Carreño (1812 – 1874) en su Manual de Urbanidad y Buenas Maneras refiere lo siguiente: Los modales del hombre o mujer, indiferentemente, son producto de la nobleza la cual está en el alma y, no son más que expresiones de riquezas espirituales sin que el nacimiento u origen genético tenga que ver con el asunto. En consecuencia, nuestros derechos caen por tierra en el mismo momento en que dejamos de respetar los de los demás.

¿Cuál es la moraleja de todo esto? Bueno, primero tenemos que tomar en cuenta que la ética es aquella parte de la filosofía que nos recuerda los principios y valores que surgen de aquellos mandamientos que Moisés, en dos tablas de piedra, le entregó como mandato de Dios a su pueblo después de haber salido de una penosa esclavitud en manos de los egipcios. La moral, entonces, es el conjunto de reglas que tienen como base a la Ética en correspondencia con la cultura y religión que asumieron nuestros ancestros antes de que naciéramos.

¿Cuál es la razón de todo ello? Qué nosotros no estamos solos en este planeta, que somos seres humanos creados por Dios para que vivamos en comunidad respetándonos y amándonos los unos con los otros. En consecuencia, ante cualquier dilema ético en la que los principios que asumimos entran en juego, debemos adoptar una conducta que sea la más conveniente a lo que la conciencia nos dicte con base a las normas morales que hemos acogido para que seamos aceptados a vivir en sociedad con el prójimo.

En pocas palabras, mantengamos una conducta recta y dejemos al tiempo hacer prodigios, frase dicha por el más grande hombre que ha parido nuestra patria: Simón Bolívar.

Fuentes bibliográficas referenciales:

  • Carreño, Manuel Antonio (2000). Manual de Urbanidad y Buenas Maneras. Eduven, Caracas, Venezuela.

  • Sánchez Martínez, Ángel (2009). Introducción a la Ética y a la Crítica de la Moral. Vadell Hermanos Editores. Caracas, Venezuela.


 
 
 

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