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Con qué se alimenta el alma

  • Julio A. Sánchez Flores
  • 20 may 2017
  • 4 Min. de lectura

¡Tremenda pregunta! Pero, la respuesta es sencilla. Sabemos por los estudios filosóficos y los aportes científicos que los seres humanos estamos compuestos por materia, energía y espíritu y, que así como la materia necesita la energía para sobrevivir, el alma necesita del placer, la tranquilidad y el sosiego para disfrutar de los placeres que nos ofrece el hecho de estar vivo. Sobre esto ultimo, los antiguos griegos antes de Cristo sabían de antemano lo importante que es el bienestar para espíritu y como influye en la materia. Platón dijo que el mayor error que cometen los médicos es intentar la curación del cuerpo sin intentar la curación del alma; sin embargo, alma y cuerpo son uno y no deberían ser tratados separadamente.

Dale Carnegie (2010), en su libro Cómo eliminar las preocupaciones y vivir plenamente, refiere que debieron transcurrir más de dos mil trescientos años para que la ciencia médica reconociera como ciencia a la Psicosomática, la cual trata a la vez los males del cuerpo y del alma. Antes de que ella apareciera, los médicos habían sido incapaces de hacer frente a los complejos desequilibrios mentales y físicos causados no por los gérmenes, sino por los desarreglos mentales devenidos de las preocupaciones, el miedo, el odio, las frustraciones y la desesperación.

Sócrates, antes de tomar la cicuta, un poderoso veneno que los envidiosos enemigo le obligaron a tomar, por el simple hecho de no retractarse de sus ideas sobre los principios y valores que hacen diferentes a los hombres de lo animales, dijo a Critón, uno de sus discípulos, lo siguiente: El placer y el dolor no se encuentran nunca a un mismo tiempo, y sin embargo, cuando se experimenta el uno, es preciso aceptar el otro, como si un lazo natural los hiciese inseparables. El dolor es para el alma como el hambre para el cuerpo. Aquél como éste permanecen indisolubles en una lucha permanente contra la insensatez e irracionalidad del ser humano cuando se niega a reconocer lo necesario que es uno como el otro para mantener el equilibrio vital que demanda la sobrevivencia.

Pero, no es sólo el dolor físico lo que agobia al hombre y lo hace sensible al entorno como lo dicho por Platón, sino también las preocupaciones por cosas o eventos del pasado, o por lo que nos pudiera ocurrir mañana, preocupaciones que muchas veces ocupan espacios innecesarios en nuestro espíritu, en nuestra mente, cargándolos a ambos como un lastre para un barco navegando en un mar tempestuoso y sin puerto seguro.

Sabemos que cada día de nuestra vida es lucha y esfuerzo, constancia y disciplina, y no podemos bajar la guardia porque de esta realidad depende nuestro futuro. Todos nosotros, sin excepción alguna, nos encontramos en este momento con esta dicotomía que nos pone entre dos eternidades: el pasado que ya no volverá y el futuro que sigue avanzando hacia el espacio infinito y más allá.

Sin embargo, no nos es posible vivir en estas dimensiones a menos que sea en la dimensión desconocida. Por lo tanto, contentémonos con vivir en cada instante como el único momento que nos está permitido vivir: el ahora, y a todo aquello que podamos sacarle el mayor provecho. Los antiguos romanos tenían una frase para esto: Carpe diem (aprovecha el día).

Partiendo que alma y materia se encuentran fusionadas, y a la vez se complementan, aquella requiere de un alimento muy especial que no va a resultar demasiado caro, que no se verá afectado por la inflación o por el control de cambio y que se manifiesta con un tipo de menú que el presente le ofrece cada día. La carta nos la ofrece Dios con todo lo que ha creado: el universo, la estética y simetría de las formas, la armonía y el contraste diario de la naturaleza: un día con un radiante sol, o una tarde nublada presagiando tormenta.

No obstante, así como Dios le dio el Edén a Adán y a Eva, pero con la insensatez de aquella lo perdieron, también nos dio el don del arte con la estética para que creáramos en armonía con la naturaleza bellas sinfonías y canciones; pero, también la oportunidad de la lectura de interesantes obras literarias, bien de carácter romántico, épico, pasional o novelesco; por otro lado, escribir también novelas, poemas y, hasta esculpir estatuas, pintar cuadros, tomando como modelos, bien a lo más bello que Dios nos ha dado como lo es la consorte del Adán arrepentido, o a lo misma naturaleza con todo su esplendor.

Pero, así como Dios nos dio estas bondades, también nosotros tenemos que ser bondadosos con nuestro prójimo. Ya Él lo dijo en su momento: Ama a tu prójimo como a ti mismo. Pues, amigos, démosle el alimento al alma cada día con nuestras acciones y emociones así como también al cuerpo le damos el pan diario, la cervecita, el roncito o el whisky para los más afortunados y, vive el hoy como si fuera el último día de tu vida.

¿Con que se alimenta el alma? Carpe diem…


 
 
 

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