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Política, economía y desarrollo nacional: tres conceptos entrelazados

  • Julio A. Sánchez Flores
  • 7 abr 2017
  • 18 Min. de lectura

El termino conceptos entrelazados en el campo de las ciencias militares se aplica cuando uno de ellos depende del otro. Es decir, uno dicta las pautas, o mejor dicho, imparte las órdenes para que el otro las cumpla, sin embargo, este otro debe verificar, mediante una apreciación de la realidad operacional en donde deba interactuar, sí lo impartido con los medios asignados y en el tiempo establecido se pudiera ejecutar; de presentar problemas en la ejecución, el que dicta las ordenes las reformula.

Lo mismo ocurre entre la política, la economía y el desarrollo. La política, definida como el arte de gobernar, dicta los lineamientos para que a través de los planes formulados se alcancen los objetivos económicos en función de satisfacer las necesidades elementales de una sociedad: seguridad alimentaria y física, salud, educación y trabajo. En pocas palabras, desarrollo económico y bienestar social.

El doctor Domingo Maza Zavala (1985), con respecto a la economía, o ámbito económico, el hecho de la vida social en un país es el proceso de la producción, distribución y circulación de la riqueza. Para este autor la actividad humana, desde la más primitiva hasta la más compleja, el número de la población, la dimensión media de la familia, la distribución del tiempo, el nivel de la cultura, la salud, la recreación, las instituciones políticas, la filantropía, la guerra y la paz, dependen, directa o indirectamente, del proceso económico. Concluye, que el crecimiento no solo depende de la dimensión relativa de la disponibilidad de los recursos, sino también de la utilización óptima de esos recursos y de las formas de asignación del producto obtenido entre los miembros de la sociedad.

En cuanto al desarrollo económico, Meier y Baldwin (1964) lo define como un proceso mediante el cual la renta y producto nacional de una economía aumenta a la par con el crecimiento de la población. Celis Noguera (1979), por otra parte, desarrollo implica crecimiento, aunque aclara que se trata de dos conceptos diferentes, sin embargo, es necesario crecer para lograr el desarrollo, lo que envuelve la idea de objetivos en función de planes, plazos y etapas con recursos, integración de esfuerzos y el concurso de toda la nación.

Los tres conceptos, tal y como lo expresan los citados autores no son objetos de discusión; pero, según mi criterio, el problema surge cuando los lineamientos que se imparten para la formulación de planes de desarrollo para que la economía funcione se basen más en principios subjetivos e ideológicos y no pragmáticos como la sociedad lo exige. Digo esto, porque tengo entendido que los factores de producción clásicos en economía no han cambiado, son los mismos de siempre: la tierra o los medios, el trabajo, el capital, el conocimiento y la organización. Con ellos se transforma materia prima mediante el empleo de mano de obra especializada y de máquinas con apoyo de la tecnología. Es decir, para producir bienes y servicios que satisfagan las necesidades primarias de una nación se requiere combinar esta serie de elementos a través de un plan denominado de Desarrollo. Así de simple.

¿Seguirá siendo la renta petrolera y no la siembra de este rubro tal y como fue planteado por Uslar Pietri en el año 1936 el sustento de los planes de desarrollo? La respuesta demanda un mundo de disquisiciones que requieren ser dilucidadas mediante una revisión histórica analizando las gestiones de los diferentes gobernantes que tuvieron en sus manos las riendas del Estado a partir del inicio del Siglo XX.

La historia política juzga a los hombres más por sus obras que por las circunstancias. Caudillos como los Monagas, Joaquín Crespo, Falcón, Guzmán Blanco, Ignacio Andrade, entre otros, que mandaron, no gobernaron, en la Venezuela del Siglo XIX, solo se dedicaron a anclarse políticamente en el poder dejando a un lado la agricultura como industria y a otros sectores primarios de la economía. Estos factores de desarrollo, no solo permanecieron estancados, sino que no existieron políticas gubernamentales que los impulsaran como estrategia básica para la seguridad alimentaria en el país. Hoy, en pleno Siglo XXI, todavía no se le ha visto el queso a la tostada, a pesar de los esfuerzos de contados gobernantes con respecto al desarrollo nacional.

Uslar Pietri (1906 – 2001), en un artículo escrito en 1936 en el diario Ahora, y que se ha convertido en un acto de conciencia para los venezolanos bajo el título de Sembrar el Petróleo, acusaba que la producción y calidad del café había mermado de manera continua, la ganadería estaba al borde de la quiebra, el sector agrícola no disponía de irrigación, sumado a ello el empobrecimiento de la tierra producto de la erosión y de las continuas quemas. Para la nación era evidente que el petróleo, un rubro no renovable, se iría agotando con la explotación. Con tal premonición, era lo lógico que los beneficios que esta industria, que después desplazó a un segundo lugar a la agrícola, debería ser invertida en esta última para que no decayera, y a la vez se impulsara a otros factores productivos e industriales que complementarían las fuentes de ingresos al erario público.

Con ese propósito, Uslar escribió crear en Venezuela una economía reproductiva y progresiva financiada con los beneficios del petróleo. La finalidad era la de aprovechar la riqueza transitoria producto de la explotación de los hidrocarburos para impulsar las bases de una economía paralela productiva. En ese sentido, sus palabras más resonantes fueron aquellas que todavía nos retumban en el oído: Es menester sacar la mayor renta de las minas para invertirla totalmente en ayuda, facilidades y estímulos a la agricultura, la cría y las industrias nacionales. Que en lugar de ser el petróleo una maldición que haya de convertirnos en un pueblo parásito e inútil, sea la afortunada coyuntura que permita con su súbita riqueza acelerar y fortificar la evolución productora del pueblo venezolano en condiciones excepcionales.

Sin embargo, aunque estas proféticas palabras no hicieron eco en la conciencia de los gobernantes, las compañías petroleras, quizá sin el ánimo de convertirse en voceros de Uslar Pietri, si hicieron aquello que les convenía en función de garantizar los beneficios que el petróleo les producía. Pero, ubiquémonos en la primera mitad del Siglo XX cuando apareció el petróleo como un rubro sujeto a explotación.

Venezuela, según Restituto Calvo Fuentes (2015), en su ensayo Nace la Segunda República Civil en Venezuela, el país estaba atendido por dos gobiernos; el primero, el gobierno de las compañías petroleras y el segundo, el gobierno centralista semicolonial, con su sede principal en Caracas. Es aquel, entonces, el de las petroleras, el que crea una plataforma de infraestructura que permite cementar y pavimentar las carreteras con cemento y asfalto - arterias viales para el desarrollo de la economía -, así como centros urbanos con novedosos servicios higiénicos de atención social. Crean también hospitales y escuelas, puertos, aeropuertos, acueductos, servicios de aguas negras y servidas, plantas eléctricas, automarcados, etc. En cambio, al mismo tiempo, el gobierno central no tenía calidad operativa que lo hiciera tan competente con el de las petroleras.

Otros beneficios para la incipiente economía en los inicios del Siglo XX por parte de las petroleras fueron el funcionamiento de los sistemas administrativos y gerenciales que sentaron las bases para los planes presupuestarios y contables, las primeras farmacias profesionales, centros de atención de la salud y procesos industriales derivados del petróleo; todos ellos, los cuales, además de contribuir con el desarrollo del país, aportaban conocimiento para que el venezolano aprendiera lo relacionado con el trabajo profesional. En palabras de Calvo Fuentes (ibídem, pág. 19): la primera industria que el venezolano conoce, se la enseña el gobierno de las compañías petroleras.

Es importante hacer estas acotaciones porque cuando se realiza un estudio de esta naturaleza, como el tema del desarrollo nacional en Venezuela, se entrelazan varias ciencias; en este caso, la política, la economía y la historia. Y hay que comenzar cuál de estas perspectivas se ha seleccionado como fundamental. Para el caso en cuestión he escogido el histórico para evaluar lo económico, debido a que las ideas nacen para encontrar respuestas a determinadas cuestiones y se corrigen y desarrollan en el transcurso del tiempo de acuerdo a su mayor o menor utilidad; es decir, lo que les ofrezco es un proceso cognitivo producto del análisis de fuentes históricas que permite a su vez explicar el comportamiento de variables que incidieron en las gestiones de los responsables del desarrollo nacional en Venezuela desde comienzo del Siglo XX hasta las primeras décadas del Siglo XXI.

Del presente a un discutido pasado.

Hoy, en pleno Siglo XXI tenemos una nueva Constitución promulgada en 1999 la cual en su Artículo 299 demanda que: El Estado, conjuntamente con la iniciativa privada, promoverá el desarrollo armónico de la economía nacional con el fin de generar fuentes de trabajo, alto valor agregado nacional, elevar el nivel de vida de la población y fortalecer la soberanía económica del país, garantizando de esta manera la seguridad jurídica, solidez, dinamismo, sustentabilidad, permanencia y equidad del crecimiento de la economía.

Como se puede apreciar, las palabras claves de esta norma son iniciativa privada, desarrollo armónico, fuentes de trabajo, alto valor agregado, nivel de vida de la población, soberanía económica, seguridad jurídica, sustentabilidad y crecimiento de la economía. Cuando las integramos en un solo constructo surge la idea del Desarrollo Nacional.

Lo que busca el legislador con esta disposición es el logro de una economía que permita una justa distribución de la riqueza mediante una planificación estratégica democrática, participativa y de consulta abierta, disposición que no genera duda alguna como textualmente así lo expresa el referido mandato constitucional. Sin embargo, la sustentabilidad, o cómo se será financiado el desarrollo que generará riquezas no aparece por ninguna parte.

Partiendo de lo que nos indica la Constitución, les ofrezco una panorámica histórica en relación a la economía venezolana y sus aportes por parte de sus gobernantes, en la que consideré como lapso el inicio del Siglo XX y lo que va del XXI, tomando como fuentes al historiador Manuel Caballero (2010) en su obra Historia de los venezolanos del siglo XX, y al periodista Diego Bautista Urbaneja (2015) en su ensayo La política venezolana desde 1958 hasta nuestros días. Ambos autores destacan las gestiones de los diferentes gobiernos nacionales, tanto dictatoriales como democráticos, en la que resaltan los logros alcanzados en el contexto económico, y por ende, con el Desarrollo Nacional. Aunque la política no se divorcia de la economía como lo reseña el título del ensayo, la evaluación histórica se basa particularmente en sus logros en el plano económico, gestiones que han permitido encaminar a Venezuela en el modernismo después de haber sufrido casi un siglo de caudillismo decimonónico.

Comencemos por Castro. Cipriano Castro derroca a Ignacio Andrade y gobierna desde el 22 de octubre de 1989 hasta el 19 de diciembre de 1908, e instala su gobierno sobre la base de una revolución llamada Liberal Restauradora. Un mes antes de las navidades de ese 1908 había viajado a Francia para tratarse diversos problemas de salud, dejando encargado del gobierno a su compadre y Vicepresidente Juan Vicente Gómez, quien acabó por derrocarlo con el beneplácito de Estados Unidos en connivencia con otras potencias extranjeras.

Aunque Gómez gobernara el país hasta su muerte, ocurrida el 17 diciembre de 1935, en diversas ocasiones prefirió que el Congreso nombrara como Presidentes de la República a algunos políticos de confianza que seguían al pie de la letra sus instrucciones. La economía en Venezuela en esos primeros años era netamente rural hasta que apareció el petróleo, primero en el Táchira, luego en el Zulia. El país en esos momentos requería de un hombre fuerte y necesario que restableciera el orden, que protegiera la sociedad y la patria contra los demagogos, caudillos, anarquistas y contra todos aquellos que robaban y asesinaban en nombre de la libertad y de la humanidad.

Gómez fue un dictador, fue el gendarme necesario como lo refirió Laureano Vallenilla Lanz (1983) en su obra Cesarismo Democrático, siendo su lema Paz, Unión y Trabajo. Durante su gestión creó el Ejército Nacional y la Academia Militar de Venezuela, dando así estructura a lo que sería la base de la Fuerza Armada Nacional. Acabó con el caudillismo, figura política que tenía atrasada la economía en el siglo XIX, derrotando a Nicolás Rolando en la Batalla de Ciudad Bolívar; pero, también ordenó la administración pública en cuanto a política fiscal y monetaria, y canceló en su totalidad la deuda externa contraída por Castro. Otras de sus obras magistrales fue la construcción de caminos y carreteras, siendo su obra insigne la Trasandina.

Después de la muerte de Gómez le sucede en el poder por cinco años su Ministro de Guerra y Marina Eleazar López Contreras, militar que gobierna desde 1936 hasta 1941, sucediéndole Isaías Medina Angarita quien gobernó hasta el 18 octubre de 1945, fecha en que fue derrocado por un golpe de estado. Con respecto a López Contreras Guillermo Morón (1971), en su libro Historia de Venezuela, hace referencia sobre un militar formado dentro del mundo del caudillismo y uno de los primeros gobernantes del Siglo XX que abre las puertas a la democracia en Venezuela. Con estos términos refiere: Muy pocas veces en la historia de Venezuela, un Presidente electo de acuerdo con las leyes vigentes, gobernó de acuerdo con la Constitución, cumple su periodo legal y entrega el poder, pacíficamente, a su legítimo sucesor… (pág. 332).

Este militar, con el perfil parecido al de un caballero de le mítica Mesa Redonda del Rey Arturo en Camelot, estableció la democracia y la justicia colocándolas por encima de sus intereses personales. Su gestión la inicia exponiendo ante el Congreso un programa de gobierno en el que levantó un metódico inventario de todas las necesidades económicas y sociales del país. Su discurso lo inicia con estas palabras: La Ley respetada por el magistrado y obedecida por el ciudadano, es la condición de todo pueblo libre.

Pero, más que por sus obras de carácter económico, su régimen es recordado por haber respetado y cumplido su promesa, en el sentido de lograr la paz y el respeto por sus ciudadanos. Entre sus obras destacan le Ley del Trabajo, la creación de la Contraloría General de la República y la aprobación en 1939 de la Ley mediante se crea el Banco Central de Venezuela. Su gestión le ganó una gran popularidad debido al crecimiento del Producto Interno Bruto a pesar de las dificultades que tuvo que atravesar como consecuencia, por una parte la intromisión de los gomecistas y políticos anarquistas y, por la otra, los acontecimientos desencadenados en Europa: el inicio de la Segunda Guerra Mundial.

Con respecto a Isaías Medina Angarita, sucesor del gobierno de López Contreras a partir de 1941 hasta 1945, su gestión se caracterizó, a pesar de que era militar proveniente de las filas del gomecismo, por ser civilista que respetó los derechos humanos, propició y defendió la libertad de expresión, permitió la libertad de los partidos políticos, promovió una reforma constitucional que otorgó por primera vez el voto a las mujeres para elegir y ser elegidas concejales, así como la elección directa de diputados.

Su temple de estadista propicio la dinámica necesaria para convertir a Venezuela en una república moderna. Su legado más importante es la siembra del espíritu democrático en la conciencia del venezolano y el cambio estructural en las esferas políticas, social y laboral. Entre sus aportes al desarrollo económico del país destacan la reforma fiscal con la Ley del Impuesto Sobre la Renta en 1942, cuyo objetivo fue establecer tributaciones progresivas para proteger a los sectores menos adinerados, reduciendo los impuestos indirectos que hasta entonces recaían por igual en personas con ganancias muy pequeñas.

Otros de sus logros más emblemáticos fue la reforma petrolera con la Ley de Hidrocarburos, que obligaba a las empresas extrajeras a elevar el pago de impuestos y la compartición de las ganancias en términos de igualdad; y la Ley de Reforma Agraria, con la cual potenció la producción agrícola y pecuaria, en particular los rubros de ganado, café, maíz y cacao, sentando de esta manera las bases para la seguridad alimentaria de la nación. Lamentablemente culmina su mandato cuando fue derrocado en octubre de 1945 por una conjura cívico – militar.

Durante tres años después de esta conjura preside el gobierno Rómulo Betancourt y más tarde el escritor Rómulo Gallegos. Este último es derrocado por un grupo de militares presidido por Carlos Delgado Chalbaud. Tras su asesinato el 13 de diciembre de 1950, todavía un poco oscuro para la historia, y después de un breve interinato de Germán Suarez Flamerich, quedó abierto el camino a Macos Pérez Jiménez, quien presidirá un gobierno militar hasta ser, a su vez, derrocado el 23 de enero de 1958.

Los gobiernos de Betancourt, Gallegos y Delgado Chalbaud aportaron muy poco a la economía en esos años, sin embargo, fue Marcos Pérez Jiménez, militar de carrera, ingeniero militar y con curso de Estado Mayor realizado en Perú, que inicia un gobierno con un plan de desarrollo al que denominó el Nuevo Ideal Nacional. Esta visión de país mediante este plan de desarrollo tenía como propósito encausar la acción pública hacia vertientes más eficientes y acordes con los objetivos nacionales, orientar la actividad de la población hacia una cultura del trabajo y formar una conciencia para la grandeza y desarrollo de la patria.

Los logros alcanzados se concretaron en la transformación progresiva del medio físico y mejoramiento integral en cuanto a lo material, moral e intelectual del venezolano. Por otra parte, mediante planes de vivienda, ampliación y nuevas redes de carreteras y autopistas, obras de carácter sanitario para el mejoramiento de la salud del venezolano, así como su seguridad personal, fueron los objetivos logrados hasta que fue derrocado por un golpe militar en 1858. Su modelo de desarrollo colocó a Venezuela en su momento como el primer país en dar los primeros pasos hacia la modernidad en el Siglo XX.

Después de la caída de este régimen se instala en el país una figura política conocida hasta ahora como el Pacto de Punto Fijo. La firma de este pacto, el 31 de octubre de 1958, significó para el venezolano común el establecimiento de una nueva manera de gobernar en que la economía estuvo al servicio de la política por casi cuarenta años, aunque su vigencia se debilitó durante los últimos años cuando los partidos políticos predominantes como Copey y Acción Democrática antepusieron lo subjetivo e intereses de sus líderes a lo económico. Los rasgos fundamentales de este régimen los describe de manera detallada y con mucha objetividad Diego Bautista Urbaneja (Ob. Cit) en su ensayo.

En un primer momento, como lo señala el referido autor, este pacto se trató de un sistema de reparto del poder entre los partidos políticos. Fueron ellos los que participaron en la composición y administración de los distintos poderes del Estado establecidos en la Constitución de 1961, de acuerdo a cuotas que se fueron afinando en la medida que el régimen partidista se consolidaba. En segundo lugar, el poder del Estado así repartido procede a un segundo reparto como lo es la renta petrolera entre los diversos sectores de la sociedad de acuerdo a los objetivos formulados por los partidos políticos.

No obstante, y a pesar de que las decisiones las tomaban los jefes de los partidos con mayoría en el Congreso, o por mediaciones entre ellos mismos, los principales objetivos que fueron logrados en el orden económico se señalan los siguientes: la industrialización por sustitución de importaciones, la implantación de un conjunto de industrias básicas en manos del Estado, la realización de una nueva reforma agraria, la masificación educativa y la eliminación del analfabetismo, el control progresivo del negocio de la explotación del petróleo y el hierro, la implantación progresiva de un sistema de seguridad social, la creación de un sistema de salud masivo y gratuito.

Visto de esta manera, los beneficiarios con respecto a la distribución de la riqueza petrolera mediante el modelo partidista fueron en primer lugar los empresarios, luego, los obreros, los maestros, los profesionales que trabajaban en las empresas públicas y privadas. Pero, como todo en la viña del Señor tiene su fin, y más cuando los actores que toman las decisiones no se percatan de que hay que redimensionar el plan cuando las realidades vayan cambiando, o lo que se haya creado para una coyuntura o un momento determinado puede estar sujeto a revisión, caen en lo que los griegos en su antigua filosofía llamaban el camino hacia la entropía.

Pues, los partidos tradicionales firmantes del pacto que en su penetración y control en la vida social, política y económica del venezolano, y que jugaron un papel predominante en la administración de la cosa pública, como dice la gente en el llano, se enchinchorraron, o se confiaron, no dando lugar a un cambio de modelo cuando ya la nación lo demandaba.

Ante esta coyuntura, la cual duró más de cuatro décadas, se instala mediante elecciones democráticas un nuevo régimen a partir de 1999, siendo su máximo líder el teniente coronel Hugo Chávez Frías, gobierno, que según Urbaneja (ibídem) estableció una estrecha relación con el líder cubano Fidel Castro y su gobierno. De esta relación sale beneficiadas ambas naciones, y en particular la nación cubana recibiendo auxilios económicos a cambio de tutoría y asesoría en materias varias, que van desde salud y educación hasta asuntos de seguridad política y militar, inteligencia y contrainteligencia.

El petróleo, como en los gobiernos anteriores, sigue cumpliendo un rol de primer orden en el financiamiento de los programas de gobierno derivados de los objetivos del Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación que cubría el periodo 2001 - 2007. Entre los más destacados fueron los orientados a la asistencia de las clases más desposeídas en materia de salud, educación y alimentación.

La puesta en marcha de estos programas marca un punto de inflexión en el régimen, tanto de sus objetivos como de sus reglas de decisión. Con las misiones, se reanudaba la distribución de la renta petrolera con el eslogan de que el petróleo es del pueblo, y que a éste debían llegar sus beneficios. Estos programas atendían de manera muy visible y con efectividad inmediata, necesidades sociales en materia de salud, de documentación y educación. Pero, también de necesidades de reconocimiento de sectores de la población que se sentían olvidadas de la solidaridad y apoyo público.

Fallecido Hugo Chávez en marzo de 2013 debido a un cáncer que le sesgó su vida a los 58 años, continúa su gestión su vicepresidente Nicolás Maduro, quien después de elecciones asume la presidencia del país. Sin embargo, antes de su fallecimiento el ex presidente Chávez había formulado un nuevo plan de desarrollo denominado El Plan de la Patria.

A partir de 2014, Nicolás Maduro inicia su mandato tomando como modelo de desarrollo nacional el referido Plan de la Patria, cuya finalidad es la de dar continuación así a los objetivos trazados por su antecesor. Entre los cinco grandes objetivos que conforman el plan, el segundo tiene que ver con: acelerar el cambio del sistema económico trascendiendo el modelo rentista petrolero capitalista al modelo económico productivo socialista, dando paso a una sociedad más igualitaria y justa y, el tercero: convertir a Venezuela en un país potencia en lo social y en lo económico; ambos son los que tienen que ver directamente con la economía en función del desarrollo esperado, dando a entrever que sus logros dependerán con mayor profusión de la industria petrolera.

A manera de reflexión

En mi opinión, lo primero que se debe dar por sentado es que no es del todo cierto que no se haya sembrado el petróleo como lo planteó Uslar Pietri por allá en el año de 1936, si pensamos que sembrarlo era tan solo para la agricultura y otros factores en pro de una industria autónoma y endógena.

Aunque la economía a principios del siglo XX estaba más sustentada en la industria agrícola y pecuaria, como lo demuestra el mismo Gómez cuando se convierte en uno de los mayores terratenientes de esa época, vemos que durante su gobierno, después de la pacificación de país, fundó centrales azucareros, creó telares e hilanderías y adquirió plantas de energía eléctrica para el desarrollo de la ganadería, metas logradas con los beneficios que le producían la explotación de los pozos del Zulia y Táchira.

Pero, también se puede apreciar como las compañías petroleras hicieron su aporte al desarrollo nacional hasta la fecha en que fue nacionalizada la industria por allá en el año de 1975, cuando el Presidente Carlos Andrés Pérez puso el ejecutase al decreto que reservaba a la nación venezolana la explotación de los hidrocarburos. Con recursos provenientes del petróleo pavimentaron las carreteras, crearon escuelas, centros de salud, subsidio a los economatos para que los empleados compraran a bajo precio los alimentos y artículos de primera necesidad, así como viviendas adecuadas; no obstante, todos esos bienes y servicios tan solo fueron generados dentro de los campos petroleros en beneficio de los obreros y empleados de las empresas, no llegando los mismos a los sectores más necesitados del país.

Por otra parte, estas empresas trasnacionales capacitaron talento humano en la explotación y gerencia de la industria petrolera por varias generaciones, creando de esta manera una cultura educativa que continuó hasta después de que fue nacionalizada la industria. En los gobiernos de López Contreras y Medina Angarita se crearon las bases legales en materia presupuestaria y de administración para direccionar el desarrollo del país en el que los ingresos por petróleo, junto con los beneficios que producían las exportaciones de café, maíz, cacao y derivados de la industria pecuaria, contribuían con los planes de desarrollo hasta que Medina fuera derrocado en 1945 por una junta cívico militar.

Los gobiernos que formaron parte del Pacto de Punto Fijo, a pesar del control de la economía por parte de los partidos políticos más representativos, también dieron su cuota de desarrollo con la creación del complejo de industrias en Guayana, construcción de fuentes hidroeléctricas, inversión en educación y cultura, programas de alimentación y de salud, y la erradicación de enfermedades endémicas como el paludismo.

Nuestro país, como lo refiere el ingeniero Simón Ramírez (2015), siempre ha sido productor y generador de riquezas desde la época de la colonia. Hoy, según su opinión, la minería es regulada con muchos inconvenientes, la agricultura y la ganadería no producen lo suficiente ni para el consumo interno y el petróleo nos ha sucumbido en una dependencia de una renta que ya no da sustento a la economía nacional. Este autor es partidario de que el Estado debe resolver varios problemas como el exceso del gasto público que genera inflación, la poca productividad de la explotación del petróleo y del gas, el cobro a los consumidores del verdadero costo de la producción de gasolina y de los demás servicios públicos.

Testigo ha sido la historia en lo que respecta a la explotación de la industria minera, luego la producción del cacao, café y finalmente del petróleo, rubros que generaron recursos que luego fueron reinvertidos en obras, educación y servicios; sin embargo, todo ello no ha sido suficiente para generar un desarrollo económico con pleno crecimiento como lo demanda una nación dueña de un potencial tan inmenso que Dios le ha otorgado para ser feliz si mayores dificultades.

Pero, el problema no es si se ha sembrado o no el petróleo, el problema es que las políticas de Estado en las que se basan los planes de desarrollo y, que han sido formuladas en sus momentos no han sido suficientes, y las que se ha formulados han adolecido de falta de continuidad. Se le ha dado prioridad a políticas por circunstancias y coyunturas que los que la objetividad de una realidad de país demanda para el desarrollo económico.

En consecuencia, un plan de desarrollo de la nación, como lo demanda la Constitución Nacional en su Artículo 112 al Estado, en el sentido de dictar medidas para planificar, racionalizar y regular la economía e impulsar el desarrollo del país, es un compromiso ético adquirido con la sociedad en torno a la consolidación de un modelo de país fundamentado en los valores de la democracia participativa, justicia social y trasformación productiva para el logro de los objetivos de desarrollo. En este sentido, lo primero que se debe prever es la construcción de un modelo de país deseado a través de la búsqueda de un equilibrio económico que se concentre en el desarrollo de la economía productiva a través de la diversificación económica que, por un lado, garantice la seguridad alimentaria, y por el otro, exportar los excedentes con el fin de obtener ingresos adicionales con los cuales, junto con los que proporciona el petróleo, contribuyan con el crecimiento del producto interno bruto (PIB) y, por ende, con el desarrollo sustentable del país.

La historia juzga más a los hombres por sus obras que por las circunstancias, razón por la cual el futuro se construye en el presente, ya que el presente es la puerta del futuro.

Referentes bibliográficos:

  • Caballero, Manuel (2010). Historia de los venezolanos en el siglo XX. Editorial Alfa, Caracas, Venezuela.

  • Celis Noguera, Carlos (1979). . Caracas, Venezuela.

  • Calvo Fuentes, Restituto (2015). . Rayuela, Talleres Ediciones. Caracas, Venezuela.

  • Maza Zavala, Domingo (1985). . Universidad Central de Venezuela, Ediciones de la Biblioteca. Caracas, Venezuela.

  • Meier y Baldwin (1964). Desarrollo Económico. Biblioteca de Ciencias Sociales. Editorial Aguilar. Madrid,España.

  • Morón, Guillermo (1971). . Mercado Libre, Caracas, Venezuela.

  • Ramírez, Simón (2015). . Ediquid. www. Ediquid. com. Caracas, Venezuela.

  • Urbaneja, Diego Bautista (2015). Temas de formación sociopolítica. Caracas, Venezuela.


 
 
 

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