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Los tres más grandes majaderos de la humanidad

  • Julio A. Sánchez F.
  • 19 nov 2016
  • 4 Min. de lectura

- ¿No sospecha usted, doctor, quienes han sido los tres más insignes majaderos del mundo? – Ciertamente que no, mi general. – Acérquese usted, doctor…, se lo diré al oído… Los tres grandísimos majaderos del mundo hemos sido Jesucristo, don Quijote y…yo. Este dialogo se produjo en la quinta propiedad del español Joaquín de Mier, en San Pedro Alejandrino, barrio ubicado en la inmediación de Santa Marta, Colombia, un diciembre de 1830.

El término majadero se aplica, según el diccionario de la Real Academia Española, a la persona que tiene poco juicio o se comporta de manera imprudente, teniendo como sinónimo el de tonto o loco. Sin embargo, la persona que lo dijo nunca tuvo nada de eso, y mucho menos Jesucristo, otro de los aludidos.

Esa persona fue Simón Bolívar en sus últimos días en los que percibía que su sueño de ver unidos en una gran nación a los pueblos liberados a fuerza de plomo, lanza y espada se esfumaba. Esa gran nación con costas por Atlántico, el Caribe y hasta por el Pacifico, Colombia, se iba al traste por culpa de unos insensatos de vista corta como la del cucarachero que solo come lo que esté al alcance de su pico, y no de águila que atisba el horizonte desde las alturas como así lo hizo Bolívar durante toda su vida.

Bolívar, al considerarse un majadero, estaba haciendo ver a los que lo traicionaron que su obra se compara a la de Jesucristo, el hombre que fue capaz de dividir al mundo en Antes y Después de su existencia, y con la del Quijote, producto de la pluma de Cervantes, loco que se inmortalizó en la historia de la literatura como el caballero andante que se enfrentó a unos molinos de viento como si fueran monstruos que quisieran devorar a su Dulcinea.

Su labor, a la cual compara con la de Jesucristo, se había desmoronado como se deshace un castillo de arena cuando las olas lo arrastran hacia el mar. Ambos, Bolívar y Jesús fueron unos visionarios, unos soñadores, y ambos fueron negados y traicionados por sus más allegados. Bolívar, por Santander y Páez; Jesús, por Judas y Pedro. Quizás el personaje del Cojo de Lepanto, el Quijote, no tuvo tal suerte, sin embargo, fue un empecinado romántico que llevó palo del bueno en defensa de la justicia, el honor, el amor y la amistad.

Bolívar no sólo vio a Venezuela separarse de la Nueva Granada. También lo hace el Ecuador a sólo tres días de la clausura del Congreso en Bogotá. Ese otro trozo de Colombia es seccionado lamentablemente por otro venezolano: Juan José Flores. Bolívar, al enterarse de esta nefasta noticia no le queda más remedio que no volver más a Ecuador, ni a servir otra vez a unos ingratos compatriotas que lo han renegado, perseguido y hasta robado, según lo cuenta Alfonso Rumazo González en la biografía que hace de Bolívar.

Cristo, el otro majadero, traicionado por Judas Iscariote y negado por Simón a quien después llamaron Pedro, fue juzgado sin abogado defensor y por unos jueces parcializados que lo condenaron en un juicio de pocas horas que lo llevó a la crucifixión según lo expresan las sagradas escrituras, y todo por la verdad, el amor entre hermanos, el perdón, la solidaridad y la justicia.

Sacrificio que hasta ahora ha sido en vano debido a que el hombre, a quien Dios le concedió el don de la razón y la inteligencia, pareciera que actuara más por instinto como cualquier animal que solo busca su sobrevivencia en una jungla en donde solo manda el más fuerte, o el que más corra.

Pronto a conmemorarse otro aniversario de la desaparición de este gran hombre, no parido otro por ahora en este desgraciado continente, Los tres majaderos, a los que hace alusión Bolívar, tuvieron mucho en común en todo lo que hicieron por su prójimo. Bolívar por la libertad, la república y la unión de los pueblos, no obstante, aró en el mar como el mismo lo dijo; Jesús, quien dijo amaos los unos a los otros, murió por la verdad y el amor entre hermanos, valores hoy perdidos cuando se piensa más en sálvese quien pueda, y en armaos los unos contra los otros como lo dijo el comediante Cantinflas (*). Y el Quijote, hay el Quijote… Este no murió por la humanidad. Bolivar lo considera también un majadero por el hecho de haber recibido más palo que una gata ladrona en defensa del honor, la verdad y la justicia.

Ahora me hago las siguientes preguntas: ¿hasta cuándo perdurará aquí en Venezuela, en la actual Colombia y en Ecuador ese pensamiento engendrado en las mentes egoístas de Santander, Páez y Flores que nos impide ver qué una gran nación como la que se figuró el Libertador es necesaria hoy ante tantas amenazas, que unidas conforman un factor común contra nuestra seguridad y desarrollo?

¿Qué nos impide eliminar aquellas cosas que nos separan como pueblos ante tanta similitud cultural y religiosa que nos une?

¿Si los Estados Unidos lo logró después de su Guerra de Secesión en el Siglo XIX, y las naciones europeas con diferencias culturales, religiosas e idiomáticas lo lograron en pleno Siglo XX, por qué nosotros no podemos hacerlo?

Tengo la esperanza de que algún día el sentido común, que es el más común de todos los sentidos, permita interpretar el último pensamiento político del Libertador, como así fue comprendido el de Jesucristo por las diferentes religiones que comulgan con sus principios: …No aspiro otra gloria que a la consolidación de Colombia. Todos debéis trabajar por el bien inestimable de la Unión: los pueblos obedeciendo al actual Gobierno para liberarse de la anarquía; los ministros del santuario dirigiendo sus oraciones al cielo, y los militares empleando su espada en defender las garantías sociales. ¡Colombianos! Mis últimos votos son por la felicidad de la patria. Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la Unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro.


 
 
 

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