Escipión contra Aníbal
- Julio A. Sánchez Flores
- 27 oct 2016
- 6 Min. de lectura

Nada en esta vida es imperecedero, y el poder como tal tampoco lo es. Aníbal Barca, hijo de Amílcar Barca y hermano de Asdrúbal, eran los azotes de todas las ciudades que tenían costa en el Mar Mediterráneo en una serie de guerras conocida en la historia como Púnicas. En el año 210 a. C., Roma, en plena república, el general romano Publio Cornelio Escipión, conocido posteriormente como el Africano, fue enviado por el senado al noreste de Hispania, hoy la Península Ibérica, con la misión de hacerle frente a la amenaza contra Roma que representaba el ejército cartaginés de Aníbal, quien en el año 216 a. C. les había infringido una brutal derrota en la batalla de Cannas. La tarea medular de Escipión no solo era la de vengar esta humillación, sino impedir que estas fuerzas cruzaran el rio Ebro, y así evitar que ejercieran un control total de la península.
Analizada la misión sobre la preparación de posiciones defensivas en la rivera noreste del río, evaluaba también los informes de inteligencia mucho más allá del Ebro sobre la situación operacional de Aníbal. Un plan surgió en su mente: capturar intacta la ciudad de Cartago Nova, centro operacional y logístico del ejército cartaginés.
Situada en la costa sur de Hispania, Cartago Nova era la fuente principal de recursos logísticos de Aníbal en donde se guardaban las provisiones, botines y prisioneros de guerra tomados a las diferentes tribus ibéricas para ser retenidos como rehenes en caso de rebelión. Esta ciudad se encontraba amurallada y daba la impresión de ser inexpugnable; pero, Escipión se dio cuenta que con el reflujo de la marea en una laguna al costado de la ciudad, una pequeña fuerza conformada por veteranos pudieran escalar las murallas con facilidad. La táctica surgió efecto y la ciudad fue tomada en su totalidad.
Con la toma de esta ciudad Escipión desobedeció las órdenes del senado, específicamente de Fabio, que le prohibía conducir operaciones más allá del Ebro, sin embargo, avanzó al sur por mar y condujo una violenta y audaz acción ofensiva una vez que las puertas de la ciudad fueron abiertas por los valientes infiltrados.
En un solo movimiento Escipión había producido un cambio drástico en la situación operacional. Los romanos pasaron a ocupar la posición central de Hispania y con ella las riquezas y provisiones de las que dependían los cartagineses. En los años siguientes, siguió explotando esta ventaja táctica y puso poco a poco a Hispania bajo su control y por ende de Roma.
En el año 205 a. C., Escipión regreso a Roma como héroe, no obstante, Aníbal seguía siendo una amenaza en el interior de Italia. Ante esta situación, Escipión llevó entonces la guerra a África marchando contra la propia Cartago, única manera de sacar a Aníbal de Italia y terminar con Cartago como amenaza. Sin perder tiempo en discutir su plan de campaña con Fabio, su superior, Escipión procedió a una alianza con Masinisa, rey de los masilios, vecinos de Cartago, quien le proporcionó una enorme y bien adiestrada caballería, generándole así una gran movilidad a sus fuerzas.
Con esta ventaja táctica, en la primavera del 204 a. C., zarpó a África y desembarcó cerca de Urica, en las proximidades de Cartago, siendo frenado por los cartagineses que, a pesar de ser sorprendidos, pudieron contener a las fuerzas de Escipión de manera temporal. Detenido donde estaba, sus provisiones terminaron por agotarse, coyuntura que lo obligó a negociar temporalmente la paz con los cartagineses, pero sirvió para incrementar sus acciones de inteligencia en todo el norte de África.
En un buen día, y favorable a sus operaciones, Escipión lanzó un furtivo ataque nocturno contra el campamento de los númidas, aliados de Aníbal, y le prendió fuego. El incendio se propagó rápidamente causando terror en los soldados africanos, dispersándose en todas direcciones. Despertados por el bullicio de los númidas, los cartagineses abrieron las puertas de su campamento para ir al rescate de sus aliados, pero aprovechando la confusión, los romanos lograron entrar y prender fuego al campamento cartaginés. El enemigo perdió la mitad de su ejército en esta sorpresiva operación nocturna, mientras que el resto se retiró a Numidia y Cartago.
Con este combate el teatro de operaciones en el norte de África quedó bajo el control de Escipión al perder los cartagineses la iniciativa resguardándose éstos dentro de las murallas de Cartago. Como cosa curiosa, muchos siglos después el norte de África fue escenario de guerra entre Rómel, el Zorro del Desierto y Montgomery, logrando este último el control de esta basta región en la batalla del Alamein.
Ante esta nueva ventaja, Escipión procedió a tomar una ciudad tras otra, avanzando tanto como Aníbal lo había hecho en Italia. Luego, desembarcó un contingente de tropas en el puerto a la vista de las murallas de Cartago, evento que causó un inmenso terror en el senado cartaginés que no les quedó otra alternativa que llamar a Aníbal, quien luego de combatir por dieciséis años a las puertas de Roma, fue obligado por las circunstancias a abandonar Italia.
Aníbal desembarcó su ejército al sur de Cartago e instaló su base de operaciones para formular planes contra Escipión. Pero, el general romano ubicó su ejército hacia el valle de Bagradas, una rica y fértil región africana en la que instaló su base logística mientras destruía todo a su paso para negarle recursos a Aníbal; quien, sin apreciar la situación, se vio forzado a perseguirlo. El cartaginés hubiera querido combatir a los romanos cerca de Cartago donde disponía refugio y refuerzos, su propio terreno como los aconseja Sun Tzu, sin embargo, cayó en la estrategia de Escipión al verse obligado a una incierta persecución.
Agotados por la fuerte resistencia del ejército romano durante la efectiva acción retardatriz y, neutralizada su caballería por la de Masinisa, los cartagineses fueron derrotados finalmente en Zama, quedándole a Aníbal el expediente de la fuga con algunos de sus generales. Cartago fue obligado a rendirse y pidió la paz rápidamente, y bajo severas condiciones impuestas por Escipión y el senado romano, fue reducido a un estado cliente de Roma.
Y como a todo poder le llega su fin, Cartago, como potencia del Mediterráneo y amenaza para Roma, había sido suprimido para siempre.
Robert Greene (2006), en sus claves para la guerra, refiere que lo más visible del poder es su manifestación externa, lo que las personas ven y sienten. Un ejército poderoso, a manera de ejemplo, se puede caracterizar por su tamaño, armamento, disciplina, y poseer una movilidad que le permita ejecutar maniobras agresivas, pero si su despliegue exterior suele ser exagerado y engañoso puede poner en evidencia su fuente de poder, su centro de gravedad. Atacar ese centro de gravedad, neutralizarlo o destruirlo es la máxima estrategia que un general pudiera ejecutar, pues sin él cualquier estructura, organización o gobierno alguno se desplomará.
Aníbal dependía de Hispania, luego que Hispania dependía de Cartago, luego Cartago dependía de su prosperidad material, la que tenía a su vez fuentes particulares. Atacar esas fuentes como hizo Escipión el ejército cartaginés se vino abajo, y con él Cartago y su dominio del Mar Mediterráneo.
Las enseñanzas que pudiéramos obtener de esta experiencia histórica de varios siglos antes de Cristo se resumirían de la manera siguiente:
Escipión fue designado cónsul por el senado para evitar que Aníbal cruzara el río Ebro y se dirigiera a Roma, sin embargo, desobedeció la orden y, en vez de organizar una defensa se lanzó en una ofensiva contra Cartago Nova, centro de operaciones y base logística del ejército cartaginés.
Una acción parecida muchos siglos después, en 1812 d. C., fue la ejecutada por Bolívar con su Campaña Admirable. Desobedeciendo a las autoridades políticas de la Nueva Granada, Bolívar sale de la población de Barrancas e invade a Venezuela, llegando hasta la capital. Esta conducta adoptada por Escipión, y luego por Bolívar, nos recuerda aquella máxima de Sun Tzu cuando refiere en su Arte de la Guerra que, cuando el soberano autoriza al general a hacer la guerra, es éste el que se encarga de formular y ejecutar la estrategia según la realidad de la situación.
En el mismo orden de ideas, Escipión se dio cuenta que la única manera de alejar a Aníbal de Roma era sacarlo del teatro de operaciones italiano. Para ello, procedió a realizar una alianza con Masinisa, rey de los masilios y vecino de Cartago, monarca que le puso bajo su mando una poderosa caballería, fuerza que le aumentó a los romanos su capacidad de movilidad.
Una vez que Escipión puso pie en el norte de África se dirigió a ocupar las mejores regiones que le ofrecieran ventajas en el orden logístico destruyendo las que constituían fuentes de recursos a los cartagineses, coyuntura que causó preocupación al senado cartaginés, no quedándole otra alternativa que llamar a Aníbal para que defendiera Cartago.
Movilizado por mar el ejército cartaginés hacia el norte de África debido a la amenaza que representaba ahora Roma ante Cartago, Aníbal abandona Italia e inicia planes para combatir a Escipión en un terreno que consideraba conocido, sin embargo, no contaba que este audaz general ya lo había ocupado con anterioridad y con ventaja. En esta otra campaña, esta vez en el norte de África, se puede inferir otra máxima de Sun Tzu en cuanto al que quiere dar la batalla escoge primero el mejor terreno, cosa que Escipión hizo con mucha anticipación.
En consecuencia, la guerra es un arte que se nutre de la experiencia, la hacen los militares y se vale de la estrategia, de la táctica y de la logística. Clausewitz ya lo había dicho: es la continuación de la política por medio de la fuerza.
Fuente bibliográfica referencial:
Grenne, Robert (2006). Las 33 Estrategias de la Guerra. Océano. México, Distrito Federal.
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