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El punto culminante

  • Julio A. Sánchez F.
  • 7 ago 2016
  • 5 Min. de lectura

En el marco de las ciencias y artes militares - Estrategia, Táctica y Logística - se entiende que una fuerza militar ha llegado al punto culminante cuando pierde el impulso y el apoyo suficiente para continuar llevando a cabo la conquista de un objetivo y, por ende, la intención del comandante y el propósito de la operación. En la ofensiva, es la situación crítica en tiempo y espacio en que el poder de combate del atacante pierde o disminuye su capacidad para imponer su voluntad al defensor. A partir de este momento corre el riesgo inminente de ser contraatacado y probablemente derrotado.

Por otra parte, el que se defiende alcanza el punto culminante cuando sus fuerzas disminuyen la capacidad para soportar la presión de la ofensiva. Sin embargo, aunque la defensa tradicional no lleve per se a la victoria, una resistencia efectiva mediante acciones retardatrices puede llegar a agotar al atacante haciéndolo susceptible a un contraataque cuando éste haya agotado sus recursos, o haya sido conducido de manera engañosa a una zona de matanza. La clave del éxito, tanto en la ofensiva como en la defensa, está en asegurar el objetivo antes de llegar a ese crucial punto.

Durante el desarrollo de cualquier operación de combate, una fuerza puede verse comprometida con una serie de situaciones de carácter temporal que le pueden disminuir su efectividad, o su apresto operacional. Solo el conocimiento de la situación y el liderazgo efectivo por parte del comandante, la flexibilidad de la fuerza para adoptar o cambiar de dispositivo y el apoyo logístico oportuno y eficiente, pueden contribuir a controlar cualquier percance que se pueda suscitar, no obstante, es requisito indispensable que el que tenga las riendas del comando tenga pleno conocimiento hasta dónde y cuándo puede ser capaz de llegar con los medios con que cuenta.

Clausewitz (1780 – 1831) en su obra De la Guerra hace especial referencia sobre este aspecto por demás critico en la dinámica operacional, y a tal efecto refiere: En la guerra, el agresor no está siempre en condiciones de derrotar a su oponente. A menudo, y de hecho la mayoría de las veces, se produce un punto culminante de la victoria. (p. 275). Es decir, retomando lo que dice este filosofo de la guerra, una fuerza militar durante el desarrollo de cualquier operación táctica se puede encontrar con factores y variables que le pueden dar ventaja en cuanto al incremento de su superioridad sobre su contendiente, pero también disminuir o agotar su apresto operacional.

La connotación de este término da a entender que una fuerza ha recorrido una distancia mayor que la planificada quedando fuera de sus líneas de comunicaciones y, por ende, de sus fuentes de recurso; sin embargo, el punto culminante lo alcanza en la logística cuando por el accionar enemigo consume en demasía recursos materiales, pero también por el desgaste que le puede ocasionar al obligarlo a seguir un modo o una vía determinada.

A grosso modo podemos decir, entonces, que las condiciones y situaciones que hacen que una unidad llegue a su punto culminante lo podemos resumir en la logística por las siguientes causales:

  1. Pérdidas en lo que concierne a recursos de orden militar como consecuencia de ataques a su retaguardia en los que se vean afectados almacenes, depósitos de munición y combustible, daños a las vías de abastecimientos, puentes, control de pasos, vados y túneles, y de todo elemento que contribuya con el flujo logístico.

  2. Una deficiente apreciación de la situación logística en cuanto a la estimación de recursos, desconocimiento de la realidad del ambiente operacional, limitaciones de medios de transporte que limite la movilidad, y poca información táctica sobre el tipo de unidades y de operación a apoyar

  3. Alargamiento de las líneas de comunicaciones cuando se adentra en territorio enemigo, alejando a las fuerzas atacantes de sus fuentes naturales de recursos.

Estas limitaciones pueden ser superadas siempre y cuando el oficial de Estado Mayor, Plana Mayor o el que comanda una unidad logística, tenga pleno conocimiento de la complejidad de la realidad operacional, disponga de fuentes productivas y confiables que garanticen la disposición de recursos, de redes de carreteras seguras para la distribución; y de medios que aseguren una efectiva defensa del área de retaguardia, o de aquellas áreas en donde se ubiquen los recursos que dinamizan el proceso logístico.

En pocas palabras: una eficiente Apreciación de la Situación Logística sobre la base de su doctrina.

Pero, apartando el tema del punto culminante como lo concibe Clausewitz, debemos reconocer que todo en la vida también tiene su punto culminante. Los objetos materiales se deprecian por falta de cuido, las personas envejecemos por el devenir de los años y los proyectos de vida se nos caen por el desánimo y la perdida de interés debido a la carencia oportuna de solidaridad, falta de recursos para su apalancamiento o, por una mala planificación que nos haya llevado a errar el objetivo.

El amor y el poder también tienen su punto culminante. El primero declina cuando la llama de la pasión se apaga, por la traición al compromiso adquirido, o cuando una gran decepción sobre el otro nos invade. El segundo, el poder, por el abuso de autoridad sobre los gobernados, incumplimiento de las promesas ofrecidas, desconocimiento de la realidad imperante por parte del que gobierna, por la sarta de mentiras cuando se quiere ocultar la incapacidad para gobernar y, por la pérdida de valores e incumplimiento de las normas morales de convivencia; en fin, por una manifiesta carencia de liderazgo para llevar por el camino correcto a sus gobernados.

Sin embargo, el punto culminante que amenaza con la entropía y el caos se puede evitar a tiempo. Con los objetos y demás cosas materiales, darles su debido mantenimiento con un programa adecuado. Para mejorar nuestra calidad de vida, disfrutar de los momentos y cosas buenas que Dios nos ofrece cada día, vivir intensamente el presente y olvidarnos del pasado. Con los proyectos, compartirlos con los demás, y asegurando de antemano los recursos que garanticen su concreción.

Con respecto al amor, compartiendo juntos los bellos momentos que Dios nos ofrece a diario cuando los primeros rayos del sol iluminan nuestra existencia, el respeto mutuo entre ambos aceptando los modos de ser e individualidad y, mantener viva la chispa de la pasión con el tizón del afecto y la comprensión.

Con el poder, quizá no sea tan complejo mantenerlo. Solo con que el líder concrete en obras lo que ha prometido, que gobierne dentro del marco ético que demanden los valores morales y ciudadanos asumidos como compromiso; y con el ejemplo, respete las normas y demás leyes que ese pliego de deberes y derechos que Juan Jacobo Rousseau llamó el Contrato Social, o sea, la Constitución. Solo con su efectivo cumplimiento, y con todo lo anterior, es más que suficiente para que culmine con éxito su mandato.

En términos simples, tanto para el amor como para con el poder, la verdad por delante, y por ella murió Cristo.

Fuente Bibliográfica:

Clausewitz, Karl (1780 – 1831). De la Guerra. Editorial Labor, S.A. Barcelona, España.


 
 
 

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