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La piedra y el artista

  • Julio A. Sánchez Flores
  • 29 jun 2016
  • 3 Min. de lectura

El artista tiene en mente su escultura, la idealiza. Luego, la plasma en un boceto, un dibujo de algo futuro. Es en ese algo en donde se perciben los contornos de lo que será la obra. Es un trabajo delicado, sin detalles. Es lo que él quiere que sea cuando mira el boceto.

Por cierto, boceto es un término antiguo. Bozzetto es de voz italiana que hace referencia a un pedazo de piedra cuyo uso es para esculpir estatuas, y al que no se le ha quitado su ordinariez, no se ha desbastado, no está fina para empezar a esculpir, tiene sobrantes.

El artista que selecciona ese pedazo de piedra, muestra a los más allegados su hallazgo, a esos otros que lo acompañan. Se muestra sonriente de tener algo que será precioso, porque algo que salió de lo más profundo de la montaña se volverá trascendente tras la magia de su mirada, de su intervención, de su cuerpo, con sus manos, con su cincel, con su martillo, con su láser, con sus herramientas…

El escultor muestra el pedazo de piedra para que se le valore, para que el otro perciba la naturaleza, lo bello en su estado puro, sin su intervención. Sin embargo, el escultor depende, no solo de su habilidad sino también de su caja de herramientas y de la calidad de la piedra que será tallada lo que configurará el monumento futuro.

La escultura es solo un proyecto que está en la mente del artista. En ese sentido la piedra es aún una ficción. Pero, ella, la piedra en sí, tiene la condición de ser proyectada, tiene la propiedad de poseer el material para poder realizar el proyecto, no es cualquier pedazo de piedra. No todo pedazo puede ser transformado en ese proyecto, ya que no es lo mismo un pedazo de mármol que uno de cuarzo o de granito…tienen horizontes de desarrollo distintos que dependen del propio material, del diseño y la habilidad del artista.

Artista y materia se conjugan, se integran para dar realidad, en un futuro, a una obra que se deja admirar, que se hace bella con la intervención del artista, y del material de la propia obra, la cual es una condición para su manifestación como obra…

Al terminar de leer lo que ahora escribo, párrafos del profesor Jonatán Alzuru Aponte, fragmentos que se desprenden de su obra Boceto para una estética del vivir, vino inmediatamente a mi memoria, como un relámpago, la loable labor del maestro, del profesor, del docente. Héroe anónimo, que en ese honroso trajinar que es la educación, moldea con relieves magníficos a esa otra piedra, la piedra virgen y maleable configurada en el pupilo, el alumno, el cursante…

Para el maestro el boceto es el perfil del currículo; la piedra, el alumno; su habilidad, la experiencia y el conocimiento; su taller, el aula; sus herramientas, los contenidos y las estrategias. Pero, sobre todo, está su vocación y amor a la majestad del magisterio.

Hermosa paradoja, porque ambos, artista y maestro son lo mismo. Ambos buscan la perfección, lo bello, lo sensible, el futuro. Cuando hago especial referencia al maestro, incluyo en este alto grado al profesor. Maestro fue Jesús, pero también Sócrates, Platón y Aristóteles.

La rudeza de la piedra en su presente para el maestro es como la inocencia del niño, como la curiosidad del joven y la esperanza de aquellos que aspiran al saber. La escultura, expresión de lo bello, de lo histórico, es el futuro cargado a la imagen y semejanza del artista.

Genio y figura…


 
 
 

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