Con el mazo dando
- Julio A. Sánchez F.
- 11 jun 2016
- 3 Min. de lectura

No vayan a creer ustedes que el mensaje que les estoy enviando tiene algo que ver como si esta herramienta pudiera utilizarse como un arma contra la cabeza de un cristiano. ¡No señor! Voy a hacer referencia es al mazo y al cincel, herramientas con las que los antiguos albañiles, masones la mayoría, asesorados por sus maestros de obras, tallaron las piedras con las que luego edificaron en la edad media hermosas catedrales y bellos templos. Obras arquitectónicas, las cuales, aún con el pasar de los años, siguen inhiestas demostrando al mundo que, con perseverancia y paciencia, y con simples herramientas, se puede lograr lo que creemos imposible.
A Dios rogando y con el mazo dando significa hacer cada uno lo posible para conseguir lo que se desea sin esperar ayuda alguna o que ocurran milagros. Para los masones, el mazo es una alegoría que representa la voluntad que debe aplicar todo ser humano que tenga la intención de cambiar y mejorar todo aquello que no le permita ser feliz y le impida avanzar hacia un mejor futuro.
El trabajo con el mazo no es una tarea sencilla ni a corto plazo. Identificada la piedra bruta con la cual deseaban iniciar la obra, los albañiles la llevaban después a su taller y allí comenzaban a tallarla con delicadeza, pero con firmeza, sin importar el tiempo que ello le llevaba. Lo relevante de esta labor es la certeza de que saber utilizar con precisión y maestría el uso del mazo, con la guía del cincel, se puede dar inicio a una gran obra de arte, según Giovanni Nani.
Giovanni Nani (2015), masón por convicción y arquitecto de profesión, en su obra Mi caja de herramientas..., es el artífice de la metáfora del mazo como instrumento que representa la firme disposición y la férrea voluntad cuando uno persevera en la resolución de un problema que lo agobia.
Refiere este arquitecto en su obra que en todas las construcciones antiguas podremos apreciar que las rocas empleadas para levantar los muros y paredes, a pesar de los años, fueron moldeadas con bloques que carecen de cualquier tipo de deformidades en un trabajo que se puede considerar casi perfecto. Los albañiles sabían que cualquier irregularidad impediría que las piedras en forma de cubos moldeadas pudieran unirse una a otras en perfecta armonía.
Pensar que golpear una piedra de un tamaño significativo con el mazo sea un trabajo tosco que no necesita mayor conocimiento; pero, para Nani la realidad es todo lo contrario: cada golpe en la roca debe ser preciso, con la fuerza correcta y en la justa posición del mazo, ya que uno muy fuerte la dañaría irremediablemente y muchos golpes suaves no quitarían las impurezas, o tomaría mucho tiempo realizar la labor.
La moraleja que nos ofrece la obra de Nani es que este proceso lo podemos llevar a nuestra vida diaria, a la construcción de nuestro propio templo interior. Refiere, que, así como los masones tenían un taller para labrar la piedra bruta, nosotros también podemos tener uno, no necesariamente tiene que ser un espacio físico, en donde podamos meditar y reflexionar sobre un problema que nos aqueje llevándolo a un plano de conciencia en el que se pueda apreciar en toda su extensión. Yo tengo el mío, y mira hacia un bello paisaje que muestra unas colinas sembradas de pinos.
Las enseñanzas que podemos derivar de la alegoría del mazo es que las herramientas se diseñan para construir, no para lo contrario. El buen uso que hagamos de ellas nos permitirá mediante la intuición y la creatividad, no solo edificar grandes obras que asombren al común, y que trasciendan en el tiempo como huellas testimoniales sobre nuestra existencia, sino también como una metáfora que nos inspire a no bajar la guardia ante la búsqueda de soluciones a problemas que creemos imposibles. En palabra simples: Gutta cavat lapidem.
Para buen entendedor, pocas palabras.
Fuente inspiradora: Giovanni Nani (2015). Mi caja de herramientas. Como utilizar la filosofía de la masonería en la vida diaria. Caracas, Venezuela.
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