Epistemología del Proceso de Planificación Militar
- Julio A. Sánchez Flores
- 28 abr 2016
- 14 Min. de lectura

Durante la Segunda Guerra Mundial un general alemán le pregunta a su oficial de inteligencia qué por dónde el general Patton, quien por cierto había salido exitoso en la campaña del norte de África, haría su entrada a Italia con el III Ejército. – Por Sicilia. Le responde el oficial. – Y usted ¿cómo lo sabe? Le increpa el general alemán al oficial. - Porque Pattón es un fanático admirador de Cesar, y este cónsul romano hizo lo mismo a su regreso de África para conquistar el sur de Italia -. Patton era un fanático estudioso de la historia. El general alemán no creyó lo que le dijo su oficial de inteligencia, él en su apreciación esperaba el desembarco por Cerdeña, sin embargo, Patton lo hizo por Sicilia, como la había referido el oficial de inteligencia. En algunas veces es mejor conocer la conducta de un jefe impulsivo con poder de decisión que lo que espera la racionalidad.
En un pasado remoto y en otros no muy lejanos tres eventos bélicos, cada uno en su tiempo, los tomo como introducción en este ensayo a manera de ejemplos, con respecto a decisiones oportunas y acertadas que condujeron a planes exitosos.
En la Roma republicana, por allá en el 210 a. C. Publio Cornelio Escipión, conocido después como el “Africano”, en su condición de Cónsul, fue enviado por el Senado romano al noroeste de Hispania, actual España, con la misión de organizar una defensa tomando como limite el río Ebro contra los poderosos ejércitos cartagineses al mando de Aníbal, quien amenazaba con cruzarlo y tomar como objetivo estratégico el control de la península Ibérica.
Mientras Escipión analizaba los informes de inteligencia que recibía sobre la situación operacional más allá del Ebro, un plan surgió en su mente: en la costa al sur estaba la ciudad de Cartago Nova, hoy Cartagena, capital de los cartagineses en Hispania. Allí los ejércitos de Aníbal depositaban sus riquezas producto de los saqueos, la logística y a los prisioneros tomados de diferentes tribus ibéricas para ser retenidos como rehenes en caso de rebelión. En ese momento las fuerzas de Aníbal, superiores en número a los romanos, estaban dispersas en el país, tratando de acrecentar su dominio sobre las tribus ibéricas. Sus comandantes, se enteró Escipión por intermedio de un patriota cooperante, habían estado peleando entre ellos por dinero y poder.
Aprovechando esta coyuntura, Escipión avanzó hacia el sur por mar y dirigió una audaz incursión sobre Cartago Nova. Esta ciudad se consideraba impenetrable, pero él condujo su ataque con el reflujo de la marea en una laguna del costado norte de la ciudad; ahí sus hombres pudieron escalar las murallas con relativa facilidad, y Cartago Nova fue tomada, y con ella la logística de los cartagineses. En un solo movimiento, Escipión había producido un cambio violento de la situación debido a un buen plan producto de una oportuna decisión. Pero Escipión no se conformó solo con esto, llevo luego la guerra hasta Cartago mismo, al norte de África, y derrota finalmente a Aníbal en la batalla de Zama.
En mayo de 1940, el ejército alemán invadió Francia y los Países Bajos usando una nueva forma de hacer la guerra: el blitzkrieg o “guerra relámpago”. Avanzando con una violenta rapidez, los alemanes combinaron tanques, infantería y aviones en un ataque que culminó en una de las más rápida victorias en la historia militar moderna. El éxito de la operación se debió, según los historiadores, en gran medida a la estática y rígida defensa de los aliados. Cuando los alemanes quebraron esa defensa, los franceses no pudieron reorganizarse ni reaccionar a tiempo. El ejército alemán avanzó más rápido de lo que los franceses y holandeses podían procesar lo que les pasaba.
Hacia las siete de la mañana del 5 de junio de 1967, despegaron de los aeropuertos israelíes escuadrones de cazas y caza – bombarderos. Sus objetivos fueron las bases aéreas de El Cairo Oeste, El Arish, Big Gifgafa, Gebel Libni, Bir Thamada, Kabrit, Beni Sueif, Inchas, Fayid y Abu Suweir. En este último aeropuerto se encontraban aviones de diferentes tipos y empleo de la aviación egipcia compuesta en su mayoría por aviones de origen ruso.
Dividida en treinta misiones de cuatro aviones cada una atacaron en oleadas con bombas, cohetes y ametralladoras, mientras que en los aeropuertos israelíes los técnicos estaban bien entrenados para rearmar a los aviones en el menor tiempo posible, lo que permitió realizar unas ocho incursiones en 80 minutos. Los resultados fueron sorprendentes: en tan solo tres horas, Egipto perdió más de 300 aviones frente a 19 israelíes.
A las 14: 30 del mismo 5 de junio, 17 aviones Hunter que se encontraban en las bases jordanas de Ammán y Mafraq habían caído bajo fuego aéreo por parte de aviones israelíes. Más tarde, Siria, que había bombardeado poco antes las refinerías de Haifa y un aeropuerto, sufrió como represalia ataques contra aeropuertos en Damasco, Marj Rial, Dumayr y Seikal. Entonces, intervinieron los blindados. El 8 de junio fuerzas combinadas tanques e infantería israelíes al mando del general Yeshayahu Gavish llegaron hasta las puertas del canal de Suez. En menos de seis días la península del Sinaí había sido totalmente ocupada por el expansionismo judío.
¿A qué conclusiones podemos llegar con estas experiencias históricas?
En un primer momento, una buena apreciación acompañada de un conocimiento de la realidad y un excelente liderazgo, entre otras cosas, nos permitirán conducir nuestras acciones por la vía correcta en el sentido de poder alcanzar objetivos y metas de la manera más eficaz. Así mismo, repeler agresiones, prever los movimientos del contrario, sacar ventajas de ciertas situaciones y reconocer a tiempo los ardides y trampas que nos tienda el adversario para evitar caer en ellos, son consecuencia de un eficiente plan de campaña y de un sistema de inteligencia que alerte con la debida anticipación los diferentes movimientos del enemigo.
Pero, por otra parte, y aquí está el meollo de lo importante: los elementos críticos de un buen plan campaña se manifiestan mediante la rapidez, la adaptabilidad a los cambios y la capacidad para actuar y tomar decisiones más pronto que el enemigo. Son principios que nos permitirá pegar primero. Y como dice el refrán: El que pega primero, pega dos veces.
La Toma de Decisiones en el marco de la Simplicidad
Para hacer las cosas simples hay que entender primero la complejidad. Edgar Morin (1980) filósofo francés, en su Pensamiento Complejo. La toma de decisiones es una responsabilidad de todo Comandante en el ámbito militar. Con ella aprecia factores y variables conducentes a la resolución de problemas, tanto operacionales como de carácter administrativo. Nuestra doctrina, contexto teórico que se desprende del Concepto Estratégico Militar elaborado por el Comando Estratégico Operacional (CEO), dispone de un método denominado Proceso de Planificación Militar (PPM), el cual, con otros métodos propios del Arte y de la Ciencia Militar, conforma toda una serie de pasos consecutivos de carácter científico en el que predominan dos maneras de pensar para la planificación y ejecución de operaciones: el lógico o racional y el lateral u horizontal.
El lógico se aplica cuando el Comandante analiza la misión, en el sentido de conocer su propósito e intención de quien la ha emitido, pero también conocer las tareas que le han sido impuestas, e inferir aquellas, que aunque no aparecen escritas, forman parte de la misión. Todas deberán ser ejecutadas en el tiempo establecido y en la dimensión considerada, sin embargo, no procederá su apreciación hasta tanto no conozca y evalué la amenaza a la cual le hará frente.
En cuanto a la amenaza, o el enemigo, la información que necesita le deberá llegar a través de los órganos de inteligencia, en el sentido de conocer sus capacidades y posibilidades de actuación, así como detectar dentro y fuera de su estructura sistémica las partes o componentes que pudieran definirse como centros de gravedad.
De la misma manera, deberá conocer el área geográfica en donde se desarrollarán las futuras operaciones para explotar de aquella sus características que pudieran ser ventajosas para la concepción de los diferentes esquemas de maniobras. Terreno, que una vez seleccionado como sector susceptible para dar la campaña o batalla, definirá los corredores de movilidad por donde el enemigo conducirá sus medios, o para direccionar a sus unidades en caso de una ofensiva.
Evaluado el enemigo y definida el área de operaciones, el Comandante emitirá su Guía de Planeamiento, la cual no es más que la expresión escrita o verbal en la que declara su intención, el nuevo enunciado de la misión, los criterios que inducirán los diferentes esquemas de maniobra que deberá formular el oficial de operaciones, así como las instrucciones bien especificadas que servirán de orientación a las diferentes apreciaciones que realizarán todos los miembros del Estado Mayor, las cuales, con sus productos, le permitirán la emisión de su decisión.
El Diseño Operacional es la otra manera de pensar que complementa al lógico mediante un acto creativo y propio del arte militar. Se concibe como la arquitectura que permite la edificación de la maniobra mediante la formulación de formas de acción para el cumplimiento de la misión. Sin embargo, como método en sí, requiere que se defina con antelación el nivel o el ámbito en el que se va a planificar.
Si el nivel de comando que planifica es de carácter estratégico, lo más probable es que la misión le llegue al Comandante Operacional expresada en términos de “propósito” o “finalidad” en directivas o planes de empleo, mandato que tiene que ser analizado y convertido luego en tareas para que sean ejecutadas por los comandos de unidades. Si el ámbito de planificación es el operacional, la misión le debe llegar al nivel táctico incluida en un Plan de Campaña, la cual debe ser interpretada y analizada por el comando subalterno, con el asesoramiento del Estado Mayor o Plana Mayor, según lo requiera la situación.
En consecuencia, cualquiera de los diferentes niveles mencionados, la misión cuando se reciba, bien sea a través de directivas o planes, el Comandante debe conocer de ella el propósito del escalón superior, la intención de quien la ordena, el ámbito de actuación, el enemigo a enfrentar, las tareas, los medios que serán empleados y el tiempo de ejecución. Y en caso de que alguno de estos eventos no se establezcan con precisión en el documento, deben deducirse mediante el análisis, o solicitar su aclaración ante el órgano que la emitió.
Tal y como se expresó en párrafos ulteriores, y de manera reiterativa, una vez analizada la misión, ésta debe llegarle al Estado Mayor a través de la Guía de Planeamiento. En este orden de ideas, el oficial de operaciones, de manera mancomunada con los oficiales de personal, inteligencia, logística y demás miembros que conforman el Estado Mayor, diseña y propone las formas de acción sobre la base de los criterios de planificación e instrucciones de ejecución emitidos por el Comandante en la referida Guía de Planeamiento.
Luego, en un ambiente adecuado, o sala situacional, las formas de acción se formulan bajo la luz de esquemas de maniobra expresados en una carta de situación, o en una maqueta, versus la posibilidad más probable del enemigo con presencia de todos los miembros del Estado Mayor. Entonces, estos oficiales, basados en su experiencia y conocimiento, visualizan cada esquema expresando su conformidad o disconformidad, pero dando al final su recomendación.
Todo este proceso es presidido por el Jefe de Estado Mayor con base a su línea de tiempo y programa de planificación elaborado para tal fin. Y una vez escuchadas todas las exposiciones de los miembros con respecto a la forma de acción con más probabilidades de éxito, emite la propuesta al Comandante, autoridad que al final tomará la decisión convirtiéndola en un constructo denominado Concepto de la Operación, expresión básica para la elaboración del plan u orden de operaciones, según la situación, disponibilidad de medios y tiempo.
Es imperativo recordarle a todo comandante que por circunstancia, necesidad, oportunidad o autoridad tenga que tomar una decisión, que el consciente, la experiencia y la capacidad son los puntos de partida para toda planificación. Una mente que actué por la emoción, de manera visceral, partiendo de criterios no cónsonos con la lógica y que no pueda ver con claridad y rapidez la realidad de donde emerge la situación conflictiva, decidirá sin el mayor éxito posible, coyuntura que expondrá en grave peligro la vida de sus hombres y la pérdida innecesaria de medios y recursos, y en consecuencia, el final de su carrera.
Construcción de las Formas de Acción
La Forma de Acción, en su sentido literal, es una opción o alternativa que tiene un Comandante en el sentido de hacerle frente a una fuerza enemiga, bien para destruirla, neutralizarla, o bien para evitar que penetre en nuestro territorio alcanzado objetivos de su interés. Una Forma de Acción se puede diseñar bajo las dimensiones de tiempo y espacio - cuándo y dónde - y bajo modalidades en cuanto al empleo de medios o fuerzas; es decir, el cómo; pero también según el nivel de planificación y tipo de operación: ofensiva o defensiva.
Los factores de la decisión, la finalidad de la operación y la intención del comandante son aspectos determinantes para su formulación. La apreciación inicial del oficial de operaciones visualizará cuáles de ellos pudieran considerarse como constantes y variables. Son constantes en una defensa la posibilidad más peligrosa del enemigo evidenciada por el oficial de inteligencia, así como el terreno con sus características que pudieran convertirse en fortalezas que proporcionen ventajas a la operación; y por otra parte, la intención y finalidad de la operación. Sin embargo, serán variables los medios que confrontarán al enemigo y el tiempo en el sentido de diferenciar las formas de acción que se consideren.
En una ofensiva, el centro de gravedad enemigo, el grado de resistencia y el tiempo pudieran considerarse como constante, pero, el empleo eficaz y oportuno de los medios, la combinación de movimientos mediante líneas de operaciones y el factor sorpresa serían las variables diferenciales de la maniobra.
En el nivel operacional de la guerra, normalmente, la misión le puede llegar expresada al Comandante en términos de finalidad o propósito, condición que exige por parte de los comandos subalternos inferir mediante el análisis las tareas, el espacio y probablemente el tiempo de ejecución de la campaña. En el nivel táctico casi todas las tareas le llegan a los comandos subalternos impuestas mediante una Orden de Operaciones. No obstante, es un requisito indispensable que el Comandante, en cualquier nivel o ámbito, conozca de antemano el dispositivo, capacidades, intención, dirección y posibilidad inmediata del enemigo, así como las características y fortalezas del área en donde se conducirán las operaciones, y del tiempo disponible.
Por otra parte, el comando superior le debe proporcionar los medios adecuados y la disposición inmediata de recursos logísticos críticos que puedan apoyar la operación en los plazos previstos en función del punto culminante de la operación; sin embargo, debe considerar de antemano que el enemigo tendrá dentro de sus posibilidades destruir bases, puntos y áreas de servicios como paso previo a sus acciones, coyuntura que de ocurrir afectará el tiempo óptimo de la operación, el cual tendrá que ser disminuido en el proceso de planificación.
Por cuanto el enemigo es el que tiene la iniciativa en una ofensiva, o sea, es el que marca la pauta para la formulación de nuestras formas de acción, el oficial de operaciones inicia su desarrollo en un mapa o carta de situación identificando las direcciones o corredores de movilidad que conduzcan hacia puntos decisivos en nuestro sector defensivo que pudieran convertirse en sus objetivos. Ello se debe a que el enemigo que consideramos, identificado previamente en una hipótesis de guerra, ha adoptado según experiencias históricas en el Medio Oriente, la doctrina de la Batalla Aeroterrestre o Batalla Profunda.
Referida doctrina considera antes de la maniobra terrestre, ataques a la retaguardia enemiga utilizando medios aéreos, tropas helitransportadas de asalto, fuegos profundos de artillería naval y terrestre apoyados con medios de guerra electrónica, contra sistemas de armas, puestos de comando, centros de comunicaciones y bases logísticas. El propósito, además de destruir todo el sistema de comando, control y apoyo, es el de aislar a las unidades que conforman el borde anterior y posterior de una defensa, a las cuales enganchan con ataques de apoyo. Una vez aisladas las unidades de sus centros de apoyo, continúan los ataques aéreos contras estas fuerzas hasta lograr abrir brechas en su frente, logrando penetrar hasta los objetivos que hayan sido considerados como decisivos. Los detalles los podrán apreciar en el grafico que precede a este trabajo.
Por las circunstancia derivadas de la iniciativa del enemigo por el hecho de conducir la ofensiva, según lo especificado en el párrafo anterior, las formas de acción se deben formular identificando los sitios o lugares por donde pudiera penetrar nuestras posiciones, en qué momento lo hará y con qué poder de combate, en el sentido de identificar en el terreno los sectores que favorezcan las tareas de contención, retardo, desgaste y bloqueo que permitan con suficiente anticipación desplegar fuerzas con capacidad de poder ejecutar los encuentros para el desgaste, los combates defensivos temporales y el mejor sector defensivo para librar la batalla.
Todo ello pudiera concretarse a partir del momento en que se inicie el contacto con las fuerzas enemigas, no obstante, es imperativo que el escalón superior haya evitado o neutralizado el desgaste sistemático con los medios adecuados de defensa aérea, y que se haya conducido una eficaz defensa del área de retaguardia preservando los medios de comando, control y apoyo. De no lograrse, las operaciones derivadas del desgate sistemático por parte del enemigo el sistema defensivo que se edificase se hará cuesta arriba.
Una vez identificadas las líneas de operaciones enemigas hacia nuestro territorio, así como la detección de nuestro centro de gravedad y objetivos previos, se le anteponen en sectores defensivos, previamente seleccionados, unidades navales y terrestres con capacidad de contención y de una alta movilidad en una primera línea de defensa conformada con fuerzas de seguridad, las cuales, con los medios apropiados conduzcan acciones tácticas que retarden, desgasten y hostiguen el avance enemigo con apoyo del fuego naval, de la artillería, obstáculos y de medios aéreos.
Lo que se busca con estas acciones tácticas en una primera fase, además del bloqueo o contención, es el desgaste del enemigo y a la vez ganar tiempo para el empleo de otros medios que la situación lo amerite. Los medios más apropiados para esta fase son naves livianas, flexibles y con poder de fuego para ser empleados en áreas marítimas contiguas a las costas, y unidades blindadas y de cabellaría en tierra con apoyo de artillería de corto y largo alcance. Los medios aéreos deben estar en capacidad de poder apoyar tanto a las acciones navales como terrestres en las tareas de retardo como de repliegue.
En una segunda fase, en caso de existir medios suficientes y si la situación, el terreno y el tiempo lo permiten, se conforma una segunda línea defensiva, de carácter temporal, en el interior del área de operaciones con características similares a la primera línea, para que continúe interceptando con acciones de desgaste el avance del enemigo con fuerzas también altamente móviles, con poder de fuego y elementos de ingeniería, en lo que concierne a la instalación de obstáculos. Esta línea debe apoyar el repliegue de las fuerzas de seguridad empeñadas en la primera fase.
La tercera fase de la operación se concreta con la defensa propiamente dicha. En esta fase se organiza debidamente otra línea pero de carácter permanente y delante de los objetivos que el enemigo considera como decisivos, debido a que éstos delatan nuestro centro de gravedad. Para su configuración debe haberse previsto con anterioridad las características del terreno con fortalezas que permitan el acondicionamiento de éste por parte de las unidades de ingeniería.
Delante de los objetivos se posicionan unidades de infantería, o combinadas con blindados, con capacidad de poder resistir el tiempo que se les ordene, apoyadas por fuegos, tanto de artillería como aéreo. En el interior de este sector defensivo y en un área seleccionada con rutas suficientes hacia los probables sectores de penetración enemiga se deben ubicar fuerzas combinadas con movilidad y poder de fuego suficiente para contener cualquier penetración mediante el “golpe y maniobra”; o si la situación lo amerita, la destrucción deliberada de fuerzas enemigas en caso de que esta tarea esté considerada como acciones de contraataque.
Finalmente, en el área de retaguardia, se deben ubicar fuerzas de reserva con disposición y capacidad para ser empleadas para cualquier contingencia, y de elementos de seguridad que protejan los medios logísticos, puestos de comando y de artillería, y otros medios que requieran seguridad. Es necesario enfatizar que para todas las fases de la campaña deben estar previamente desplegados los medios de defensa aérea con capacidad para interdictar, interceptar y destruir naves enemigas que penetren nuestro espacio aéreo.
Lo hasta aquí expresado concierne a la planificación de una defensa, sin embargo, un principio de esta operación es el máximo uso de la acción ofensiva durante todo el tiempo que el enemigo esté en contacto con nuestras fuerzas. Como acciones ofensivas en el marco de la defensa se pueden planificar y ejecutar ataques de desarticulación; los cuales, no son más que acciones tácticas que se emplean antes que el enemigo despliegue sus fuerzas en nuestro frente, pero, para ello se debe disponer de fuerzas con una gran movilidad y poder de fuego tácticamente ubicadas en sitios en los que el factor sorpresa pueda ser explotado. Este tipo de acción ofensiva requiere también de apoyo aéreo y de fuegos de artillería empleados de manera masiva.
Otro empleo de acciones ofensivas son las que pudiéramos planificar dentro de nuestras posiciones defensivas. Con fuerzas combinadas - tanques e infantería - y mediante una deliberada planificación en la que fuerzas enemigas sean canalizadas hacia una zona de matanza, lanzar contra ellas un rápido y decisivo ataque hacia los flancos o puntos débiles mediante la táctica de “Golpe y Maniobra”, un concepto nuevo en la doctrina y expresado en el Concepto Estratégico Militar elaborado por El Comando Estratégico Operacional. No obstante, todo lo expresado es posible si se cuenta con tiempo, información oportuna y medios suficientes y capaces de conducir una eficaz defensa que tenga como finalidad la expulsión del enemigo de nuestro territorio, o su total destrucción si la intención de escalón superior así lo demande.
(*) Coronel en reserva activa y docente titular de la Escuela Superior de Guerra de la FANB.
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