Dos historias y un paralelismo
- Julio A. Sánchez Flores
- 28 abr 2016
- 6 Min. de lectura

Los seres humanos, una vez que hemos llegado a la encrucijada de nuestras vidas, y en la que por alguna circunstancia del destino nos obligan a escoger cualquiera de los caminos que nos ofrece, creemos que todo se ha acabado, que nada tiene sentido, sin embargo, esto no siempre es así.
Recuerdo como si fuera ayer a dos personajes del argumento de dos películas que han dejado huella en mi consciente: el Coronel Frank Slade de Scent Woman, o Perfume de Mujer en español, y el Teniente Dan Taylor de Forrest Gump. El primero, Frank Slade, un Teniente Coronel retirado del Ejército de los Estados Unidos, veterano de la Guerra de Vietnam y que se desempeñó como edecán del Presidente Lyndon Johnson, quedó ciego después de sufrir un accidente en el que murió un amigo como consecuencia del manejo imprudente de una granada.
El otro, el teniente Dan, quien en un combate con guerrilleros comunistas del Viet Cong en Vietnam en donde murieron algunos soldados de su pelotón, fue herido de gravedad y rescatado por Forrest Gump, un soldado con un leve retardo mental, quien no obstante con esta limitación, prestaba servicio como soldado bajo las ordenes de Dan. Forrest saca a este oficial del medio del fuego al que eran sometidos por parte de la guerrilla, muy a pesar suyo debido a que quería morir en el campo de batalla junto con sus soldados, y como ocurrió con sus antepasados en otras guerras signadas en la historia militar de los Estados Unidos.
El teniente coronel Slade, sumido en un mundo de oscuridad debido a su ceguera, había llegado a su encrucijada, y el camino que tomó fue el del suicidio. Pero, antes de hacerlo, debía viajar a Nueva York para cumplir tres deseos, y después dispararse con su arma, una pistola Colt 45, un tiro en la cien: alojarse en el prestigioso y elegante hotel Waldorf Astoria, disfrutar del sexo de una bella mujer y, finalmente, manejar un Ferrari.
Para concretar estos tres deseos contrata a un joven estudiante de un liceo de su localidad, y junto con él se trasladan en avión a Nueva York. Pero lo que no sabía este joven era que de regreso solo había un pasaje: el de él.
El teniente Dan es internado en un hospital en donde le amputan sus dos piernas, trauma que lo deja lisiado para toda la vida dependiendo de una silla de rueda. La vida para este ex oficial deja de tener sentido hasta que reconoce en una calle de Nueva York a Forrest Gump, quien por cierto había sido condecorado con la Estrella del Congreso de los Estados Unidos, máxima distinción que se le otorga a los héroes de guerra, después del incidente en Viet Nam. Ambos personajes despiden ese año en compañía de dos prostitutas en la habitación del hotel en donde se hospedaba Dan. Hubo un percance en la habitación debido a que una de las mujeres llamó retardado a Forrest, razón por la cual causó un gran enojo en el teniente, y con una expresión de furia éste desaloja a las mujeres exigiéndoles que no regresaran.
Frank Slade, que a pesar de haber quedado ciego por el accidente de la granada, había desarrollado el sentido del olfato, capaz de conocer y diferenciar las esencias o perfumes en las mujeres que se le acercaban. En un restaurant, en compañía del joven estudiante que le servía de ayudante, ubicó por su olor a Jazmín a una bella joven que se encontraba sola en una mesa cercana en espera de otra persona. La orquesta del restaurant entonaba varias piezas de tangos, y Slade, incentivado por los arpegios del folclore argentino, invita a bailar a la joven bajo el compás del tango Por una cabeza.
Forrest Gump, agradecido por el gesto de Dan al defenderlo de la actitud ofensiva de las prostitutas, le dice que con el dinero que ha obtenido durante su tiempo de servicio en el ejército como jugador de Pin Pon – habilidad que había adquirido - compraría un barco camaronero para dedicarse a la pesca de camarones, promesa que la había dado a Buba, su compañero de escuadra en Vietnam. Dan se ríe, y le responde de manera irónica con estas palabras: - Si tú llegas a capitanear un barco camaronero, yo seré tu primer oficial.
Después de haber salido del restaurant, Frank Slade se dirige con Charles, que era el nombre del joven estudiante, a un concesionario de carros Ferrari. Convence al vendedor de que le permita probar el carro, y éste, después de ser sobornado, accede a que Charles saque el auto del local para ponerlo a prueba. Durante la marcha, Frank convence a Charles de que le permita manejar, y con las mayores reservas por las insistencias del teniente coronel, no le queda más remedio que dejarlo manejar.
Forrest adquiere un viejo barco camaronero al cual le pone el nombre de su dulcinea Jenny y, sin tener la menor idea sobre esta tarea, y como un Quijote cualquiera, se lanza a la mar en busca de los bancos camaroneros, tarea que le resulta infructuosa, sin embargo, el estado de ánimo de Forrest no se amilana debido a que, quizá por su inocencia producto de su limitación, y muy a pesar de sus vicisitudes por el desconocimiento del arte de la pesca, mantiene en todo momento una permanente actitud positiva ante las difíciles circunstancias que la vida le ha deparado.
Dan, al enterarse de que Forrest había adquirido un barco camaronero, no le queda más remedio que cumplir con su promesa, y se le presenta asumiendo el cargo de primer oficial. Forrest, con la mejor disposición vuelve a la mar, pero esta vez no va solo: lo acompaña el teniente Dan.
Una tormenta que había sido pronosticada de antemano, pero Forrest no lo sabía, acaba con los barcos que habían quedado fondeados en el puerto, quedando solo intacto el Jenny, el cual por las circunstancias, y sin competidores, quedó solo en la pesca de los camarones. Un hecho curioso ocurrió durante la tormenta: Dan, encaramado en lo alto del mástil del barco, maldecía su existencia y culpaba a Dios de su desgracia, sin embargo, después de gritar todo tipo de imprecaciones contra el Creador, se quedó como ensimismado al amainar la tormenta. Ante un silencio que se generó como consecuencia del pase de la tormenta, Forrest vio que Dan nadaba plácidamente sobre las quietas aguas, visión que lo llevo al siguiente comentario entre dientes: el teniente Dan como que hizo las paces con Dios.
Al llegar a la habitación VIP que le servía de alojamiento, el teniente coronel Slade le pide a Charles que le vaya a comprar unos cigarros en una tienda cercana al hotel. Este joven baja al vestíbulo, pero por una extraña premonición regresa a la habitación y ve con terror que Slade, vestido con su uniforme militar de gala, empuña su Colt 45 a punto de pegarse un tiro. Charles se lanza de inmediato sobre la humanidad de Slade con intención de quitarle el arma, pero el teniente coronel, con mayor fuerza que él se resiste diciéndole lo siguiente: - vivo en un mundo de tinieblas y sin razones para vivir, si quieres que no lo haga, dime al menos una.
- Bueno, por lo menos baila muy bien el tango. Respondió Charles.
A partir de ese crucial momento le cambió la vida a Frank Slade. Quizá a lo mejor no fue por la respuesta que le dio el joven estudiante, puede que haya contribuido a despertar un poco; pero, el hecho de haber disfrutado una estadía en un buen hotel, sentir el calor sensual y la deliciosa esencia que emana del cuerpo desnudo de una bella mujer en el momento del acto del amor, o el aroma a jazmín de la bella joven cuando ambos de manera armónica bailaban al compás de un tango, indiscutiblemente que estos placeres lo obligaron a entrar en razón. A esto se suma la emoción que sintió por el hecho de manejar un Ferrari en plena mañana y en Nueva York. ¡Y así quien no...! Digo yo, por si acaso.
Frank Slade y Dan Taylor en diferentes momentos y sitios llegaron a su encrucijada, debían tomar cualquiera de sus caminos. El teniente coronel siguió el de las pasiones y los placeres que nos ofrece la vida. A Dan, Dios le señaló el camino.
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