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La ambición, pasión sin límites

  • Julio A. Sánchez Flores
  • 5 abr 2016
  • 3 Min. de lectura

Nosotros, los seres humanos, estamos dotados de inteligencia y de ideas dentro de un proceso cualitativo para alcanzar las virtudes más notables como el amor, la solidaridad, la amistad y la justicia, sin embargo, nuestro radio de acción no tiene el suficiente poder para llegar más allá de nuestras pasiones como la ira, la gula, envidia y la ambición. Esta última en algunos seres no tiene límites.

Una mayoría de la gente desconoce lo que verdaderamente desea y quiere, allí reside una de las tantas razones fundamentales por las cuales la persona se desvía de su cometido de vida sin valorar el tiempo, la familia, el trabajo, el entorno, los saberes, la experiencia, las cualidades, las oportunidades y demás recursos de que dispone.

El ser humano como ser espiritual vive para crecer y destacarse. Cada persona tiene la obligación incuestionable de labrarse un presente de crecimiento en un nivel cualitativo y desarrollarlo bajo actitudes cónsonas con la realidad que desea construir. Para lograrlo hay que asumir posturas idóneas bajo circunstancias reales y posibles que conduzcan a definir con sensatez lo que nos proponemos alcanzar.

Salustio, uno de los pocos filósofos romanos le dijo a Cesar hace algún tiempo que dedicara una particular atención a hacer renacer las buenas costumbres en Roma. Con estas palabras, le dijo: – El mayor bien que podrás aportar a tu país, a tus conciudadanos, a ti mismo y a tus descendientes, en suma, a la raza humana es destruir la ambición por el dinero o al menos atenuar su poder, pues la avaricia es una bestia feroz, un monstruo que lo devora todo a su paso causando enormes destrozos. No respeta nada, ni lo divino ni lo humano. Y nada se le resiste, ni armas, ni murallas. Lo sacrificamos todo en su altar: reputación, honor, patria, familia. Pero si privas al dinero de su poder, las buenas costumbres triunfaran sin esfuerzo.

No obstante, Cesar pensó que Salustio vive una quimera: - Hay que tomar a los hombres como son, utilizar su avaricia y su ambición para conseguir que obedezcan con fidelidad al que sabe y al que puede. Más, afirmó: - ¡Para ejercer el poder absoluto hay que doblegar a todas las instituciones! Para reformar las costumbres en Roma y unir a los ciudadanos tengo que poder apoyarme en hombres fieles y devotos, aun si debo comprarlos. Y lo mismo se aplica a la plebe.

Y ¿cómo murió Cesar? Lo sabemos por la historia: asesinado por sus acólitos, las puñaladas vinieron de hasta su propia familia.

Digo esto porque hay personas que uno percibe en ellas una sed de riquezas, una hambre de nunca saciar, no se conforman con lo suficiente, cada día quieren más y más sin definir un límite. Para ellas un millón de dólares es nada, como si no fuera suficiente, pero lo peor es que lo toman de lo que no es suyo, mal habido, sustraído al prójimo, al erario público inventando empresas fantasmas.

Steve Jobs, creador de Apple dijo antes de morir: - He llegado a la cima del éxito en los negocios. A los ojos de los demás mi vida ha sido el símbolo del éxito, sin embargo, a parte del trabajo, tengo poca alegría. Finalmente mi riqueza no es más que un hecho al que estoy acostumbrado. En este momento, acostado en la cama del hospital y recordando toda mi vida me doy cuenta de que todos los elogios y las riquezas de la que yo estaba orgulloso se han convertido en algo insignificante ante la muerte inminente.

En la oscuridad, cuando miro las luces verdes del equipamiento para la respiración artificial y siento el zumbido de sus sonidos mecánicos, puedo sentir el aliento de la proximidad de la muerte que se me avecina. Solo ahora entiendo, una vez que uno acumula suficiente dinero para el resto de su vida, que tenemos que perseguir otros objetivos que no estén relacionados con la riqueza…Solo puedo llevar conmigo los recuerdos que fueron fortalecidos por el amor. Esta es la verdadera riqueza que te seguirá; te acompañará, te dará la fuerza y la luz para seguir adelante…Sea cual fuere la etapa de la vida en la que estamos en este momento, al final vamos a tener que enfrentar el día cuando la cortina caerá. Hagan tesoro en el amor para su familia, en el amor por su esposo o esposa, en el amor por sus amigos…trátense bien y ocúpese del prójimo -.

Sin embargo, no todo está perdido. La naturaleza humana está dotada de valores espirituales que no son aprovechados y utilizados en todo su esplendor. Pongámoslos por encima de la ambición recordando que fuimos creados a imagen y semejanza de Dios, una fuerza divina que no sabemos con certeza en donde se encuentra, pero la sentimos cuando hacemos el bien sin mirar a quien.

Y no olvidemos lo que dijo una vez Cristo: No solo de pan vive el hombre.


 
 
 

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