top of page
Buscar

Los herederos de la patria

  • Julio A. Sánchez Flores
  • 24 mar 2016
  • 2 Min. de lectura

Una vez instalada la Junta Suprema de Caracas después de la renuncia del capitán General Vicente Emparan aquel 19 de abril de 1810, la cual desconoció al Consejo de Regencia que gobernaba en nombre de Fernando VII, no reconociendo a José Bonaparte como Rey de España, se nombra General en Jefe del incipiente Ejército Republicano a Francisco Rodríguez del Toro, el Márquez del Toro, quien de inmediato comenzó a preparar las fuerzas expedicionarias que luego se enviarían a las provincias de Coro y Maracaibo, las cuales se habían negado a reconocer la autoridad de la Junta Suprema surgida del movimiento que separó a la Capitanía General de España.

Ahora, uno se pregunta ¿Qué fue de la vida de aquellos mantuanos que conformaron la Junta Suprema, y después el primer Congreso? ¿A dónde fueron a parar Martin Tovar Aponte, Nicolás de Castro, Juan Pablo Ayala, José López Méndez, Juan German Rocio, Francisco Javier Ustariz y Feliciano Palacios y Blanco, por cierto pariente del que sería después el futuro Libertador, por citar a los más preclaros?

Digo esto porque el sueño de Bolívar, la Gran Colombia, quedó fragmentada en manos de tres caudillos que se consideraron herederos después de su muerte en 1830: Santander en la Nueva Granada, Juan José Flores en Quito y Páez en Caracas.

En lugar de intentar integrar una sola confederación capaz de infundir respeto a lo que para el momento se planteaba como poder los Estados Unidos de Norteamérica, los diferentes jefes que la guerra de independencia le sobreviven no van a tener otra ambición que la de labrar feudos personales como los que conformaron los causantes de la desintegración de la Gran Colombia. Estos caudillos, algunos con mandos de segunda, surgidos la mayoría de ellos de la masa anónima de los pardos o saramullos como Santander y Páez, consumaron el proceso de desintegración alzándose con su parte como si se tratara de un botín, hechos muy parecido a aquellos que se repartían los cónsules y legados de la Roma antigua cuando conquistaban pueblos y naciones que después formaron parte del otrora Imperio Romano.

Y es así como la antigua América Hispánica va a caer en manos, no de aquellos intelectuales que dieron el primer grito de independencia, sino en manos de individuos que por el solo hecho de haber pelado a punta de lanza, espada y plomo del bueno, se declararon herederos de la patria.

A partir de allí, las naciones que antes conformaban virreinatos y capitanías generales dependiente del Rey de España van a disipar el resto del Siglo XIX en peleas intestinas, guerras civiles y golpes de estado, que según el periodista Carlos Rangel (+) en su libro Del Buen Salvaje al Buen Revolucionario destaca la falsa disyuntiva entre Centralismo y Federación en Venezuela, y Conservadores y Liberales en Colombia. Todos ellos enfrentados en una rebatiña por los privilegios implícitos en el control del gobierno y del tan ansiado Tesoro Público, del cual por cierto muy poco quedaba después de la guerra.

A buen entendedor pocas palabras bastan.


 
 
 

Comments


Featured Review
Tag Cloud
Vuelve pronto
Una vez que se publiquen entradas, las verás aquí.

© 2023 by Julio Sánchez. Proudly created with Wix.com

  • Twitter B&W
bottom of page