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¡Vuelvan caras...!

  • Julio A. Sánchez Flores
  • 14 mar 2016
  • 5 Min. de lectura

¡Vuelvan caras! Más que un grito de guerra que la mayoría de los historiadores han puesto en boca de Páez, no fue más que una orden a sus llaneros para que volvieran grupas contra la caballería de Pablo Morillo. Pero, conociendo el origen de este zamarro general formado en las agrestes tierras llaneras, lo más probable es en qué vez de ¡vuelvan caras…! lo que dijo fue ¡Vuelvan carajos!

Este hecho histórico ocurrido el 2 de abril de 1819 en la margen derecha del rio Apure se ha definido como una batalla en la que el protagonismo se le ha dado históricamente a Páez, sin embargo, la acción en sí desde el punto de vista táctico no fue más que un encuentro por la impaciencia de aquél por librar combate ante la pasividad de Morillo. La batalla pudo librarse después, sin embargo no fue así,

Dos meses atrás Morillo con su ejército ocupaba una gran extensión de los llanos de Apure moviéndose por las riveras del rio Arauca. Páez, conociendo de antemano la ubicación de las tropas españolas, por orden de Bolívar se retira de sus posiciones en San Juan de Payara y cruza el 2 de febrero el rio Arauca por el Paso de Caujaral seguido por Morillo. Este general intentó pasar con sus tropas por el mismo sitio por donde pasaron los jinetes patriotas, siendo impedido el cruce por efectivos republicanos que contaban con seis piezas de artillería bloqueando el paso con sus fuegos. Al no poder cruzarlo debido al impedimento que le ocasionaban los efectivos apostados en la rivera, Morillo opta por cruzar el Arauca por el Paso Marrero, al cual, con mucha arrogancia, actitud muy característica de este jefe realista por su vanidad, lo bautiza como Paso del Rey.

Durante todo ese día ambas fuerzas ubicadas en ambas márgenes del rio habían intercambiado disparos de fusil y fuegos de artillería, sin embargo, los republicanos no se empeñaron en combate decisivo debido a que la intención de Bolívar era atraer al ejército de Morillo a las sabanas que se encuentran entre el Arauca y el Meta para dar la batalla. No obstante, las tropas realistas eran sometidas a constantes ataques de guerrillas patriotas con fines de producir desgaste en su capacidad combativa.

Hablando de operaciones de desgaste, Páez como parte de la campaña de los llanos, cruza el Arauca, busca a Morillo, lo encuentra en el hato Cañafístolo en donde tenía su puesto de comando, y sin pensarlo dos veces maniobra mediante un ataque de desarticulación sorprendiéndolo, acción táctica sorpresiva que logra desmembrar su ejército y perder el ganado como parte de su logística.

Después de este fatídico encuentro el ejército realista ocupa Caujaral el 5 de febrero, pero Páez no tiene paz con la miseria: desde Casanareña continua con el desgaste contra Morillo efectuando asaltos por separado contra las tropas de los generales La Torre, Morales, Calzada y Pereira, hostigándolos por varios días. El día 8 de ese mismo mes, Páez, en su afán de desgaste y desmoralización contra los realistas, ordena a Francisco Aramendi que penetre las posiciones realista en Caujaral, logrando así con esta nueva incursión incendiar algunos pertrechos y causar desorganización en las filas realistas.

Con varias cargas de caballería en su contra, acciones que han disminuido la capacidad de combate de su ejército y resentido su moral, Morillo continúa su marcha y el 9 de febrero llega a Cunaviche en donde tiene que pasar nuevamente el Arauca, y el 8 de marzo ocupa la población de Achaguas.

Tres días después, el 11 de marzo, Bolívar se reúne con Anzoátegui en Araguaquen, y con Páez que se le integra con su caballería en el sitio de Cunaviche. Cruzan el rio Arauca en Caujaral en busca de Morillo, y el 27 de marzo Páez lanza la caballería contra la vanguardia de éste, teniéndose que retirar sin sufrir mayores pérdidas debido a un fuerte rechazo por parte de la caballería realista, lo que obligó a Bolívar a cruzar nuevamente el rio Arauca para esquivar así a Morillo. De esta manera, ambos ejércitos quedan frente a frente separados por las aguas del rio.

Lo que viene ahora lo narra de manera romántica y apasionada Edgar Esteves González (2004) en su libro Batallas de Venezuela 1810 – 1824 de la manera siguiente: El 2 de abril al amanecer, un puñado de jinetes, aproximadamente 150 al mando de Páez, se desprende del silencioso ejército patriota, y cruzan el Arauca para hostigar a Morillo. A nado pasan a la opuesta ribera sin ser vistos por el enemigo y al tomar pie en tierra el último caballo, aquel puñado de audaces avanzan resueltos contra los realistas.

Morillo, viéndolos venir, les forma el ejército en plan de batalla, y visualizando que se avecinaba un ataque de mayor envergadura les lanza dos regimientos con 1.200 lanceros a cortarles el paso, mientras que por el flanco izquierdo les envía una división destinada a cercarlos. Páez retrocede de manera ordenada aparentando huir, y es cuando es perseguido con seguridad y audacia por los lanceros realistas que corren veloces tras de ellos. Los centauros de Páez van divididos en siete grupos de jinetes al mando cada uno de ellos por los bizarros Juan Antonio Mina, Fernando Figueredo, José Cornelio Muñoz, Juan José Rondón, Juan Gómez, Francisco Carmona y Francisco Aramendi. Cuando sienten la presencia casi cercana de la caballería realista que los perseguía, Páez grita “¡Vuelvan carajos!”.

Y como una muestra de destreza y de gran agilidad se dan vuelta y atacan de frente a sus perseguidores aprovechando el impacto del factor sorpresa. Lo que al principio se vio como un ataque por parte de Morillo se convirtió en una defensa apresurada pasando de atacantes a atacados. El campo les quedó corto a los realistas para maniobrar con la caballería, mientras que Páez aprovecha esta deficiencia y se infiltra con sus caballeros lanceando sin misericordia a todos aquellos que se le atravesaban.

La caballería de Morillo en su frenética huida, que como piedras de dominó en fila, chocan con la infantería española que se encontraba formada en orden de batalla, arrollándola sembrando el terror en los desconcertados infantes, quienes para protegerse de esta insólita embestida salieron corriendo a esconderse en los bosques de galerías cercanos.

Testigo y asombrado del hecho, Bolívar expide ese mismo día una proclama a los jinetes de tal hazaña, la cual fue presenciada por todo el Ejército Patriota en la otra orilla del rio Arauca. La historia no explica cómo el Libertador no supo aprovechar esta coyuntura táctica para haber explotado el éxito de la operación iniciada por el encuentro de las Queseras del Medio. O sea, el Momentum y el Tempo según Clausewitz.

Después de lo ocurrido, Morillo reorganiza su ejército y el 4 de abril se mueve hacia Achaguas, mientras ese mismo día el coronel Antonio Rangel derrota una partida realista de vanguardia. A partir de esta fecha guerrillas patriotas mantienen en constante zozobra al ejército de Morillo mediante encuentros en Cañafístolo, La Barrosa, Trapiche de Alejo, Sacra Familia y Surero sin mayores consecuencias para ambas partes.

El resto de lo que aconteció en los llanos se los narraré en otra oportunidad.

Fuente bibliográfica referencial:

Esteves González, Edgar (2004). Batallas de Venezuela 1810 – 1824. Colección Ares N° 46. Caracas, Venezuela.


 
 
 

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