Sobre la razón, la libertad y la responsabilidad
- Julio A. Sánchez F.
- 19 feb 2016
- 3 Min. de lectura

Desde los griegos sabemos que el ser humano puede ser explicado como una carreta conducida por la razón en su rol de conductor, y tirada por dos caballos: uno blanco que representa el deber, y el otro, de color negro, el placer. El arte del conductor, en este caso la razón, consiste en acompasar el paso de los dos caballos, procurando que el blanco tire con fuerza de manera que tiemple la fogosidad e impetuosidad del negro. Hasta ahora nadie ha superado este sencillo y profundo análisis de lo que debe ser la conducta humana en el sentido de dejarse llevar por la prudencia, la fortaleza de carácter y la moderación.
Esta es una de las líneas fundamentales de la ética de Platón en la que se resume la alegoría de alma humana donde la nobleza y el esfuerzo están simbolizadas en el caballo blanco; el caballo negro representa la pasión irracional, y el conductor es la razón que controla y acompasa las dos fuerzas antagónicas que perviven en el hombre desde su creación.
Para Platón el caballo negro representa la templanza, y es la razón, en este caso el auriga como se conoce al conductor, quien debe controlar su fogosidad. El caballo blanco, sede de la nobleza, le corresponde la capacidad de sacrificio y la fortaleza de ánimo. Es por ello que la parte racional ha de poseer la suficiente prudencia, frónesis en la filosofía griega, para mantener equilibrada estas dos fuerzas que rigen toda conducta humana. Sin embargo, Platón agrega una cuarta virtud, la más importante, que deriva de la suma integrada de las tres anteriores y que expresa la armonía perfecta del alma como la voluntad de dar a cada uno lo suyo, de respetar los derechos ajenos y las leyes: la justicia. Con este prolegómeno quiero empezar sobre el tema de la razón y su relación con la libertad y la responsabilidad.
Otros filósofos anteriores a Platón, entre ellos los presocráticos, Sócrates, Protágoras, Pitágoras y después Aristóteles, quien por cierto este último fue alumno de Platón, ya eran partidarios de que la libertad, la responsabilidad que brinda la razón, solo es posible en el ser humano. Éste posee en exclusividad sobre los animales la posibilidad admirable de elegir y autodeterminarse: elige su propio papel, lo escribe a su medida con los matices más propios y personales, y lo lleva a cabo con la misma posibilidad que lo concibió.
Entones, el concepto de libertad que estos filosos concebían es el poder en el hombre de dirigir y dominar sus propios actos, la capacidad de proporcionarse una meta y dirigirse hacia ella, además, el autodominio con que gobierna sus acciones. No obstante, en esta definición entran en juego dos de las facultades superiores del alma: la inteligencia y la voluntad. La voluntad elige lo que previamente ha sido conocido por la inteligencia. Antes de elegir, el hombre delibera, hace circular por su mente las diversas posibilidades con sus diferentes ventajas e inconvenientes. Es decir, decide cuando elije una de las alternativas debatidas. Y esta decisión es el corte de esa rotación mental de posibilidades.
Sin embargo, Aristóteles refería que esta, la libertad, no es absoluta. Su limitación es triple: física, psicológica y moral. Está físicamente limitado porque, entre otras cosas, necesita nutrirse y respirar para conservar la vida. Su limitación psicológica es múltiple y evidente: no puede conocer todo, no puede quererlo todo, los sentimientos lo zarandean y condicionan constantemente. Por otra parte, la moral que ha asumido aparece desde el momento en que descubre que hay acciones que puede, pero no puede realizar: puedes insultar porque tienes voz, pero no debes hacer tal cosa.
Según estas reflexiones filosóficas nos lleva a que comprendamos que la libertad no es un valor absoluto en el hombre porque tiene carácter instrumental cuando está al servicio del perfeccionamiento humano. Pero tampoco es un valor supremo porque apunta a algo más allá del hecho de ser libre, de algo que la supera y marca su sentido: el bien.
Entonces, estimados alumnos, ser libre no es, por tanto, ser independiente. Vivimos en un mundo que impone condiciones. Nacemos entre leyes, cosas, personas. Yo y mis circunstancias, decía Ortega y Gasset.
Comments