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Todo se transforma

  • Julio A. Sánchez Flores
  • 4 dic 2015
  • 2 Min. de lectura

Uno de los aspectos que más ha sido estudiado por filósofos, científicos, empíricos, santeros y hasta por brujos ha sido sobre la inmortalidad del alma y su relación con la materia. La idea que experimentan no pueden explicarse de acuerdo con causas materiales y terrenales únicamente, la única explicación posible es que dichos fenómenos están causados por intervención de Dios.

Científicos de todo el mundo han intentado demostrar que estos fenómenos se pudieran entender sin esta hipótesis, sin embargo, René Descarte concibió la idea de un universo mecánico causado en el origen por un ser supremo para que existiese como sistema de cuerpos en movimiento. Éste sería fijo y constante y estaría determinado por las leyes de la física, la mecánica y la geometría; después de lo cual, el ser supremo ya no volvía a intervenir de ningún modo.

Galileo Galilei e Isaac Newton descubrieron las leyes físicas que había detrás del universo al cual consideraron como determinista y mecánico, leyes que gobiernan los cuerpos celestes y terrestres por igual. Luego Charles Darwin descubrió una alternativa evolutiva a las ideas bíblicas de la creación, en cuanto a que las primeras personas que dieron origen a la humanidad fueron Adán y Eva.

Estos y otros avances de la ciencia han dado paso a la siguiente hipótesis: todas las cosas están hechas de partículas de materia y sus interacciones, donde la base sustancial lo forman conglomerados llamados átomos. Los átomos forman conglomerados mayores llamados moléculas. Las moléculas forman las células; alguna de estas células llamadas neuronas forma el conglomerado llamado cerebro. Y el cerebro genera nuestras ideas. Y estas ideas; según Amit Goswani (2010), incluyen a Dios.

Por otra parte, Antoine – Laurent de Lavoisier (1743 – 1794) ya había dicho que “la materia ni se crea ni se destruye, sino que se transforma”. Pero, dejemos que Luis Ramos (2009), un poeta, nos haga llegar de alguien muy pequeño, y que tiene que ser medido a través de la física cuántica, la siguiente reflexión:

- Entonces me pregunto: ¿Desde cuándo hemos tenido existencia? ¿Hasta cuándo hemos de existir? Quiere decir este inminente químico del siglo XVIII que debo haber sido parte quién sabe de cuantas cosas, en ese ciclo interminable de energía. Quizás alguna vez pertenecí a un buey, después a una de las rocas de las pirámides de Egipto, luego una inyectadora plástica, o a un sueño, y de repente hasta he viajado a través de las líneas telefónicas o más recientemente, a una de las antenas de un satélite. Ojalá, tengo mis dudas, que no haya estado incluido en el caso de Hiroshima. ¿Y si pertenecí a un corazón trasplantado?

Hoy me he dado cuenta que me aislaron y me han reducido a lo que ellos llaman “mínima expresión” ¡Qué equivocados están! Ahora es que yo puedo transformarme en quien sabe cuántas cosas…Nuestros choques, uniones y separaciones ¿Estarán preparados?¡Tiene que existir algo superior! ¿Acaso habrá un futuro con esta vida…tan corta?-

Qien así hablaba, para sorpresa de pocos, era el ÁTOMO. Lo más mínimo de nuestra existencia.

Saquen ustedes sus propias conclusiones.


 
 
 

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