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No cuentes los pollos antes de nacer

  • Julio A. Sánchez Flores
  • 19 sept 2015
  • 4 Min. de lectura

Cuántas veces hemos escuchado a personas cerca de uno que dicen: -“Tengo una estrategia para hacer dinero, seguro que esta vez lo voy a lograr”. O “La estrategia que tengo en mente nos va a permitir arrasar...”. Sin embargo, nos preguntamos si lo que aplicaron les resolvió la situación, o fue un simple acto de pensamiento que así como llegó se fue.

Quizás lo que tuvieron no fue más que una idea, o probablemente un ardid, o tal vez una estratagema; estrategia es mucho más que eso. Estrategia es un acto producto del pensamiento en toda su amplitud.

La palabra “estrategia” es de origen griego, el concepto que aparece en todas las culturas y en todos los periodos la relaciona con la guerra. Y esto debe ser así, porque si ahondamos con profundidad en su acepción percibimos que se encuentra constituida por una serie de principios sobre cómo manejar las coyunturas de la guerra, cómo elaborar el plan de campaña maestro, cómo integrar y organizar mejor las fuerzas.

En conjunto, estos principios y reglas indican una suerte de sabiduría militar universal, una serie de patrones que se pueden adaptar según las circunstancias que se presenten como oportunidades, no obstante, con el devenir de los siglos tiene otras aplicaciones en la vida diaria del sujeto pensante.

El general alemán Helmut Von Moltke (1800 – 1891) la consideró más que una ciencia. Para él es la aplicación del conocimiento a la realidad que percibimos. Es el desarrollo de pensamientos capaces de modificar la idea rectora original a la luz de situaciones siempre cambiantes: “es el arte de actuar bajo la presión de la más difíciles condiciones”.

En el Arte de la Guerra de Sun Tzu, libro o máximas, escrito probablemente en el siglo IV a. C., pueden hallarse fragmentos de casi todos los patrones y principios estratégicos desarrollados más tarde en el curso de los siglos por vencedores en contiendas bélicas. Para este filósofo, estrategia es el hecho de vencer sin derramar sangre. El que la aplique debe explotar las debilidades psicológicas del adversario, manipularlo para que adopte posiciones desventajosas, induciendo sentimientos de frustración y confusión, y otras pertinentes según las circunstancias.

En fin, un estratega para Sun Tzu es aquel que puede lograr que la otra parte se desplome mentalmente antes de rendirse físicamente; es aquel que piensa anticipadamente sus objetivos a largo plazo, luego decide que batallas eludir y cuales batallas son inevitables, sabe como controlar y canalizar sus emociones.

Las estrategias exitosas en la guerra, ya sea convencional o no convencional, se basan en cogniciones sumamente pensadas; es decir, racionales y que guarden el equilibrio emocional que lleve a vencer con un mínimo derramamiento de sangre.

Robert Greene (2006), en un bestseller denominado “Las 33 estrategias de la Guerra” recomienda ideas que pueden transformarse en estrategias a la hora de atacar un problema o conflicto, y que pone a la disposición de sus lectores. Aquí haré referencia a dos de aquellas que nos puedan ser útiles para la creación de planes que permitan orientar mejor nuestros medios hacia los objetivos que nos propongamos en todos los campos, y más en militar.

En un primer momento, antes de pensar una estrategia debes ver las cosas como son, y no como tus emociones las pintan. Y al pensarla, debes controlar tus reacciones emocionales para percibir mejor la situación. Si actúas con temor, éste te hará sobrevaluar al enemigo y actuar demasiado a la defensiva. El enojo y la impaciencia te empujaran a acciones precipitadas que reducirán tus opciones. Por otra parte, el exceso de confianza, particularmente como resultado de un probable éxito, o el amor y el afecto de los que están cerca de ti, sin pensarlo, te obligará a ir demasiado lejos.

Por otra parte, cuando tengas que actuar con decisión depende de tus propias armas, no de las que no tengas a tu alcance. Muchas personas tras la búsqueda del éxito en la vida, o lideres ante una crisis, tienden a depender de cosas que parecen simples y fáciles o que han funcionado antes. Pero la vida siempre será compleja y el mundo cambia a cada rato cuando da vuelta sobre su propio eje. Por eso, cuando estés seguro de lo que vaya a hacer, usa lo que esté a tu alcance, y que más que tu mente que la tienes disponible. En medio de una crisis si controlas tus emociones, ella hallará el camino a la solución correcta.

Por lo pronto, ten en cuenta estos consejos: Cuando tengas éxito en las primeras de cambio, se extremadamente precavido. Cuando el miedo haga que tus piernas tiemblen, recuerda que estas exagerando los peligros que enfrentas. La estrategia que debas tomar demanda el máximo de realismo, en el sentido de ver las cosas tal como son. Cuanto más puedas limitar o compensar tus reacciones emocionales, más te acercarás al logro de tus objetivos.

En fin, no cuentes los pollos antes de nacer así el gallo te inspire confianza. O en un lenguaje más literal: “Piensa con la razón y no con el corazón”.


 
 
 

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