Palabras a tiempo
- Julio A. Sánchez Flores
- 23 ago 2015
- 4 Min. de lectura

Cada uno de nosotros ha recibido ayuda alguna vez cuando más lo ha necesitado en determinado periodo de la vida. En oportunidades otra persona ha alterado el curso de nuestra vida dándonos ánimo, orientándonos o sencillamente estando disponible para nosotros en los momentos cruciales.
Pero ¿Qué nos pasa a veces cuando superada la crisis o el dolor nos olvidamos de esas personas, y del impacto que causó al lograr superar la coyuntura sufrida?
Esa persona que a veces olvidamos con mucha rapidez puede haber sido un maestro, un profesor, o un familiar cercano. Puede, también, haber sido un médico, una enfermera o tu mejor amigo. Tal vez fue alguien que ni siquiera conocías y que apareció en tu vida muy brevemente y realizó un acto de bondad que te conmovió profundamente.
Te digo ésto porque un gesto o un acto de bondad pueden serte de mucha ayuda, sin embargo, una palabra o un consejo a tiempo puede cambiarlo todo. Más, si estas palabras provienen de personajes que han hecho historia en el mundo de la literatura y de la poesía.
Bien, uno de esas personas de las que voy a hacer referencia es el poeta francés Víctor Hugo junto con uno de sus insignes escritos, cuyos párrafos están dirigidos, en segunda persona, a uno de sus seres más queridos como queriendo que éstos taladraran lo más profundo de su corazón.
Víctor Hugo, nació en Besançon, Francia, en el año de 1802 y murió en París en 1885. En 1819 destacó en los Juegos Florales de Toulouse y fundó el Conservateur littéraire, junto con sus hermanos Abel y Eugène, pero su verdadera introducción en el mundo literario se produjo en 1822, con su primera obra poética: Odas y poesías diversas. En el prefacio de su drama Cromwell (1827) proclamó el principio de la «libertad en el arte», y definió su tiempo a partir del conflicto entre la tendencia espiritual y el apresamiento en lo carnal del hombre.
El escrito en sí, es más que una reflexión, es un mensaje que trata de descubrir, o poner de manifiesto nuestra condición de seres humanos para con nosotros mismos y con nuestro prójimo.
Si más rodeos te lo voy a escribir con la seguridad de que al leerlo no te vas a quedar con él, sino que lo harás llegar a las personas que tú más quieras:
“Te deseo primero que ames, y que amando, también seas amado. Y que, de no ser así, seas breve en olvidar y que después de olvidar, no guardes rencores. Deseo, pues, que no sea así, pero que sí es, sepas ser sin desesperar. Te deseo también que tengas amigos, y que, incluso malos e inconsecuentes, sean valientes y fieles, y que por lo menos haya uno en quien puedas confiar sin dudar. Y porque la vida es así, te deseo también que tengas enemigos. Ni muchos ni pocos, en la medida exacta, para que, algunas veces, te cuestiones tus propias certezas. Y que entre ellos, haya por lo menos uno que sea justo, para que no te sientas demasiado seguro.
Te deseo además, que seas útil, más no insustituible. Y que en los momentos malos, cuando no quede más nada, esa utilidad sea suficiente para mantenerte en pie. Igualmente, te deseo que seas tolerante; no con los que se equivocan poco, porque eso es fácil, sino con los que se equivocan mucho e irremediablemente, y que haciendo buen uso de esa tolerancia, sirvas de ejemplo a otros.
Te deseo que siendo joven no madures demasiado de prisa, y que ya maduro, no insistas en rejuvenecer, y que siendo viejo no te dediques al desespero. Porque cada edad tiene su placer y su dolor y es necesario dejar que fluyan entre nosotros. Te deseo de paso que seas triste. No todo el año, sino apenas un día. Pero que en ese día descubras que la risa diaria es buena, que la risa habitual es sosa y la risa constante es malsana. Te deseo que descubras, con urgencia máxima, por encima y a pesar de todo, que existen, y que te rodean, seres oprimidos, tratados con injusticia y personas infelices.
Te deseo que acaricies un gato, alimentes a un pájaro y oigas a un jilguero erguir triunfante su canto matinal, porque de esta manera, te sentirás bien por nada. Deseo también que plantes una semilla, por más minúscula que sea, y la acompañes en su crecimiento, para que descubras de cuántas vidas está hecho un árbol. Te deseo, además, que tengas dinero, porque es necesario ser práctico. Y que por lo menos una vez por año pongas algo de ese dinero frente a ti y digas: 'Esto es mío', sólo para que quede claro quién es el dueño de quién.
Te deseo también que ninguno de tus afectos muera, pero que si muere alguno, puedas llorar sin lamentarte y sufrir sin sentirte culpable. Te deseo por fin que, siendo hombre, tengas una buena mujer, y que siendo mujer, tengas un buen hombre, mañana y al día siguiente, y que cuando estén exhaustos y sonrientes, hablen sobre el amor para recomenzar. 'Si todas estas cosas llegaran a pasar, no tengo más nada que desearte, sino que seas feliz!"
Ojalá te haya gustado. A mí me gustaría que me lo hicieras saber.
Por ahora me despido no sin antes recordarte que el pasado es como el agua que pasa debajo de un puente, y el futuro es un sol distante en el horizonte de tu imaginación. El momento más importante es el ahora. Aprende a vivir con él y a saborearlo plenamente.
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