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Cuando los labios se tocan

  • Julio A. Sánchez F.
  • 2 ago 2015
  • 2 Min. de lectura

Goethe dijo alguna vez: ¡Bésame, o te beso!

Cuando los labios de dos personas se tocan, tiene lugar el gesto humano con – probablemente – mayor carga simbólica. Un beso puede encerrar amor, deseo, amistad, reconciliación, lealtad o traición.

Este acto en apariencia sencillo puede, calladamente, transmitir más que una larga conversación.

Muchos nos preguntamos: ¿Qué tienen los labios que cuando se tocan no hacen perder momentáneamente la razón? ¿Por qué existen besos que son únicos e irrepetibles?

Hay besos que nos roban el aliento, otros siguen dando calor al alma mucho tiempo después que la pasión se haya extinguido. Los puedes clasificar como tú quieras. Hay regalados o robados, pero cuando los labios se tocan nos aceleran el pulso y dan alas a nuestra imaginación. Y es que la vida de cualquier persona puede dar un vuelco a partir de un simple beso.

El beso es tan antiguo como la misma creación, pero es tan joven y fresco como una flor recién abierta. Es tan trascendente que Eva lo aprendió en el paraíso donde un ángel fue su maestro al enseñarle sus virtudes y variedades.

Otra pregunta que nos hacemos: ¿Qué tiene el beso de hacernos palpitar el corazón, sentir escalofríos y extraños calambres en el estómago?

Los científicos dicen que el cerebro es el responsable de todo, y por eso investigan los tejidos, las hormonas del organismo y demás agentes químicos, sin embargo, por la boca fluyen las palabras, el aliento de la vida: es el umbral hacia nuestro interior, es el paso hacia el alma.

Sobre el dilema de quién, o que cosa, es responsable de que con un beso nos perdamos en el infinito, me voy con los poetas, porque para ser poeta hay que pensar con el corazón y no con la razón.

Con el beso, decía Platón, el alma llega a los labios para poder salir del cuerpo y ver con plenitud al ser amado. La decisión de besarse por primera vez es el momento más crucial de cualquier historia de amor.

Cuando dos personas se besan cambian sus relaciones de una manera más poderosa que la propia entrega, pues el beso ya tiene dentro de sí esa entrega; pero, hay que saber besar y nada más…Sin manos que buscan el cuerpo ni confesiones entre suspiros. Tocar los labios, y solo lo labios son las puertas de lo divino.

En fin, como dice un viejo proverbio chino: “Los labios son la más bella puerta para llegar al alma”.


 
 
 

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