Porque leer a Clausewitz
- Julio A. Sánchez Flores
- 3 may 2015
- 4 Min. de lectura

Recuerdo que en una de mis clases sobre estrategia uno de mis alumnos me hizo la siguiente pregunta: - ¿Por qué seguimos leyendo a Clausewitz si ya estamos en presencia del fin de la batalla? - Es probable, siempre y cuando se libre contra fuerzas superiores de una gran potencia. Durante la guerra fría, y hasta la fecha es casi imposible oír hablar de una batalla decisiva. - ¿Y sabe por qué? Porque ella misma había perdido su arte y su propia esencia como lo era el despliegue y el movimiento de fuerzas apoyadas por fuego sobre un centro o sobre varios centros de gravedad.
¿Quién es el culpable? - Si hay que buscar a un culpable, culpemos a la tecnología. Con el desarrollo de la informática la batalla y la guerra si hicieron totalmente asimétrica. Esto se debe a que muchos países, entre ellos el nuestro, no están en condiciones de permitirse costosos y complejos sistemas de armamentos, con excepción de las naciones desarrolladas. La electrónica, que hasta la Segunda Guerra Mundial había sido únicamente utilizada en las comunicaciones y en las operaciones de inteligencia como el radar, se comenzó a aplicarse en un amplio abanico de posibilidades que abarca, desde el misil teledirigido lanzado hacia un blanco lucrativo como lo es el nivel de la actividad electrónica del adversario, hasta la destrucción de preconcebidos objetivos con una alta eficacia mediante aviones no tripulados.
La robotización de las armas y perfeccionamiento de los misiles permiten que éstos sean lanzados desde portaviones, submarinos y hasta lanzamisiles autopropulsados. La electrónica, o el láser, o ambos combinados con la revolución de la informática han transformado por completo el “alma de la batalla” en el último decenio del siglo XX y lo que va del siglo XXI.
No obstante, estamos obligados a seguir leyendo a Clausewitz (1870 – 1813); más, cuando él dijo que la guerra no constituye meramente un acto político, sino que ella es un verdadero instrumento político, una continuación de la actividad política, una realización de ésta por otros medios, y es parte de la existencia de las sociedades.
Sobre “De la guerra” Pierre Naville (1999) en su introducción nos dice que la importancia de la guerra guarda relación con el hecho de que ella misma constituye un acto típicamente humano, en la que el hombre sólo es la ocasión y la meta, el fin y el medio. Son voluntades humanas las que buscan su aniquilación.
Otras de las razones por las que estudiar a Clausewitz lo constituyen lo referente a la “Fricción”, al “Centro de Gravedad” y al “Punto Culminante”. Con respecto a la “Fricción”, refiere el filósofo, esta es la única concepción que de un modo bastante general distingue la guerra real de la guerra sobre el papel.
Para hacerla más comprensible cita el siguiente ejemplo: “ Supongamos que un viajero decide al final de una jornada, realizar dos etapas más, lo que pudiera significarle cuatro o cinco horas por carretera, con caballos de posta . Al cubrir la primera etapa, no encuentra caballos o los encuentra en deficiente estado; luego le espera un terreno montañoso, caminos en mal estado, etc.; la oscuridad ya es completa, y el viajero, tras muchas dificultades, se alegra de haber alcanzado la próxima parada y de encontrar allí alguna comodidad, por escasa que sea. Del mismo modo ocurre en la guerra…”.
La “Fricción” es eso: las dificultades, limitaciones y obstáculos determinados por la carencia de medios, el ambiente hostil y la incertidumbre que sufren los comandantes, coyunturas que tienen que ser superadas a la hora de ir a la guerra.
En cuanto al “Centro de Gravedad”, éste no es más que los puntos débiles o vulnerables del enemigo bajo la óptica política, psicosocial y militar, a los cuales hay que dirigir todo el poder que sea posible contra ellos de manera que este esfuerzo rompa toda la estructura que lo hace fuerte.
Con respecto al “Punto Culminante”, éste es definido como una situación crítica y de gran peligro en tiempo y espacio en que el poder de combate de una fuerza pierde o disminuye su capacidad para imponer su voluntad al defensor. Para el caso de una ofensiva, el atacante corre el riesgo inminente de ser contraatacado y probablemente derrotado. Sostiene, además, que la clave del éxito en el ataque es asegurar el objetivo antes de llegar a ese punto.
Sobre la defensa, las fuerzas que la realizan lo alcanzan cuando dejan de tener la capacidad logística para soportar la ofensiva enemiga. No obstante, recalca que es importante señalar que la defensa tradicional, aunque no lleve a la victoria, una resistencia efectiva puede llegar a agotar al atacante.
Otras razones como la moral, los aspectos sociales y psicológicos tratados por Clausewitz en “De la guerra” también han contribuido a sentar las bases de la teoría de la guerra en cualquiera de sus modalidades.
Fuente bibliográfica:
Clausewitz, Karl von (1999). De la guerra. Táctica y Estrategia. Idea Universitaria. Barcelona, España.
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