Los ojos del corazón

Un maestro quiso probar la sabiduría de sus alumnos. Un día llamó a su presencia a uno que era muy conocido por su maldad y mezquindad, sus compañeros vivían atemorizados debido a su brusquedad y malos tratos.

El maestro le dijo: - Quiero que te vayas por toda la escuela y te encuentres un compañero que realmente sea bueno, a ver si con su ejemplo puedas cambiar de actitud. El alumno respondió: - sí, maestro. Y obedientemente salió en su búsqueda. Se encontró y habló con muchas personas y al cabo de la tarde regresó junto al maestro diciendo: - Maestro, he hecho lo que me pedistes y he buscado por toda la escuela un compañero bueno de verdad. No lo he encontrado. Todos son egoístas y malos. ¡No se encuentra por ninguna parte el hombre bondadoso que usted está buscando!

El maestro lo hizo marchar y llamó a otro alumno muy conocido por su generosidad y benevolencia, y muy querido por sus compañeros. El maestro le dijo: - Quiero que vayas por toda la escuela y me traigas a una persona realmente mezquina y egoísta. El alumno también obedeció y durante su recorrido se encontró y habló con muchas personas. Al cabo del día regresó junto al maestro diciendo: - Maestro, te he fallado. Hay personas equivocadas, personas que han sido engañadas, personas que actúan a ciegas, pero en ninguna parte he podido encontrar una persona que realmente sea maligna. ¡Todos tienen un buen corazón a pesar de sus errores!

Hay momentos en la vida de cada uno de nosotros en los que nuestro mundo personal se vuelve oscuro. Cualquier tragedia, pérdida, pesar, rechazo y fracaso son experiencias muy comunes. La percepción de nuestra propia vulnerabilidad puede convertirnos en seres aborrecibles por adoptar una conducta impropia susceptible a herir a los demás. Solo con los ojos del corazón, las personas nobles pueden ver la virtud y los valores de otros, y sentir compasión por sus desdichas.