Las preguntas del emperador
- Julio Sánchez Flores
- 13 abr 2015
- 5 Min. de lectura

La historia que les voy a contar es de León Tolstoy, escritor ruso, y tiene mucho que ver con los que se hacen llamar líderes, pero también con todos aquellos que deben tomar decisiones a la hora de resolver problemas, o decidir sobre asuntos que involucren a los demás, por el impacto que puedan tener éstas en su entorno y en el entorno de los otros.
Refiere Tolstoy que había una vez un emperador, gobernante de un remoto lugar, que se hizo estas tres preguntas: ¿Cuál es el mejor momento para hacer cada cosa? ¿Quiénes pudieran ser las personas más capaces con quien gobernar? y, ¿Cuál es la cosa más importante para hacer en todo momento?
El emperador publicó un decreto por todo el país anunciando que fuese quien fuese el que contestase las preguntas recibiría una gran recompensa y un cargo en su gabinete. Muchas personas leyeron el decreto, pero no dieron con las respuestas.
Sus ministros les dieron algunas que no lograron convencerlo. Con respecto a la primera pregunta, el de economía le aconsejó que idease un riguroso horario dedicando cada hora, día y mes a ciertas tareas. Solamente entonces podría esperar realizar cada tarea en el momento correcto. El de planificación le contestó que era imposible planear por adelantado y que debía dejar de lado todas las diversiones inútiles y permanecer atento a todo para saber qué hacer y en qué momento. El ministro de Estado insistió en que el emperador por sí mismo nunca podía esperar tener toda la previsión y competencia necesaria para decidir cuándo hacer todas las tareas y que lo que realmente necesitaba era establecer un consejo de hombres notables, y después actuar de acuerdo a sus recomendaciones.
El de finanzas dijo que algunos asuntos requerían una decisión inmediata y no podían esperar a ser debatida, pero si él quería saber por adelantado lo que pudiera suceder debería consultar a los magos y brujos del reino.
Las respuestas a la segunda pregunta también fueron muy diversas.
El secretario de gabinete dijo que el emperador necesitaba poner toda su confianza en los administradores; otro ministro insistió en la confianza en los sacerdotes y monjes, mientras que otros recomendaban a los médicos. Incluso, otros ponían su fe en los guerreros.
La tercera pregunta atrajo la misma variedad de respuesta.
Algunos decían que la ciencia era el objetivo más importante. Otros insistían que era la religión. Y otros alegaban que era el poder militar.
El emperador no se sitió satisfecho con ninguna de las respuestas, por lo que no hubo recompensa alguna. Sin embargo, no se echó a morir y se fue a consultar a un viejo filósofo que habitaba en una montaña cercana.
Al legar a la morada del viejo filósofo, el emperador se lo encontró cavando un jardín delante de su choza. Cuando el viejo lo vio, le saludó con la cabeza y continuó cavando. Era evidente que el trabajo le resultaba duro por lo avanzado de su edad. Era un anciano, y cada vez que clavaba el pico en la tierra, respiraba con dificultad.
El emperador se acercó diciéndole: - He venido aquí a pedirte ayuda sobre tres preguntas: ¿Cuál es el mejor momento para hacer cada cosa? ¿Quiénes pudieran ser las personas más capaces con quien gobernar? y, ¿Cuál es la cosa más importante para hacer en todo momento?
El viejo lo escuchó con atención, pero continuó cavando. El emperador dijo: - Tienes que estar cansado. Vamos, déjame que te ayude con eso. El viejo se lo agradeció, le dio el pico al emperador y, a continuación, se sentó en el suelo a descansar.
Al rato, el emperador dejó el pico y dijo al viejo: - He venido aquí a pedirte si podías contestar a mis tres preguntas. Pero si no puedes darme ninguna respuesta, te ruego me lo digas para emprender el camino de vuelta a casa.
En eso el viejo levantó la cabeza y preguntó al emperador: - ¿No ves a alguien saliendo de aquel matorral? El emperador giró la cabeza. Los dos vieron a un hombre que surgía del bosque. Saltaba desesperado, apretándose con las manos una herida que tenía en una pierna. El hombre corrió hacia el emperador antes de caer inconsciente al suelo, donde se quedó tendido, llorando. Al subirle el pantalón, el emperador y el viejo vieron que el hombre había sido mordido por una culebra. El emperador limpió la herida y succionó el veneno, y después utilizó su propia camisa para vendarlo.
Al final, el hombre herido recuperó la consciencia y pidió un vaso de agua. Luego le dijo al emperador que lo perdonara. - ¿Pero qué has hecho para que yo te perdone? – Vos no me conocéis majestad, pero yo sí que os conozco. Yo era vuestro acérrimo enemigo y había jurado que me vengarías de vos, ya que durante la última guerra matasteis a mi hermano. Cuando me enteré que venias solo a la montaña decidí que te mataría cuando regresaras. Pero después de esperar por mucho tiempo, decidí salir en vuestra búsqueda. Pero en vez de encontraros a vos, me encontré con una serpiente. Por suerte corrí, y pude llegar hasta aquí. Si no me hubiese encontrado con vos, ahora seguramente estaría muerto. Si vivo, le juro que seré vuestro sirviente durante el resto de mi vida. Por favor, concédeme vuestro perdón.
El emperador estaba muy contento al ver que se había reconciliado con un enemigo. No solo lo perdonó, sino que le prometió que le mandaría a su propio médico para que lo atendiese.
Entonces, el emperador se dirigió nuevamente al viejo diciéndole que aún no le había dado las respuestas a sus tres preguntas. El viejo se levantó y se quedó observando al emperador. – Pero tus preguntas ya han sido contestadas.
¿Cómo es eso? Preguntó sorprendido el emperador.
-Ayer, si no te hubieses compadecido de mi edad y no me hubieses ayudado a cavar esta tierra, hubieras sido atacado por ese hombre al regresar a palacio. Entonces te hubieras lamentado profundamente de no haberte quedado conmigo. Por tanto, el momento más importante fue el que estuviste cavando la tierra; la persona más importante fui yo mismo y el objetivo más importante fue ayudarme. Más tarde, cuando el hombre herido subió corriendo hasta aquí, el momento más importante fue el tiempo que pasasteis curándole la herida, porque si no le hubieses prestado atención, hubiese muerto y habrías perdido la oportunidad de reconciliarte con un enemigo. Del mismo modo, el hombre era la persona más importante y ése es ahora. El momento presente es el único que controlamos. Las personas más importantes para gobernar son siempre las que te dicen la verdad, aunque no te guste, las que te quieren y que están contigo en las buenas y en las malas. El objetivo más importante eres tú mismo y esas personas, porque el único objetivo en esta vida es tu vida y cuidar de ellas. Sin ellas, no podrás tomar buenas decisiones.
Y ahora pregunto yo: ¿ Y cómo queda la culebra?
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