Paradigma de la docencia
- Julio Sánchez Flores
- 25 mar 2015
- 4 Min. de lectura

Un gran soldado, un excelente maestro y un leal amigo es la impresión que tengo del general Hernán Vásquez Peña. Para todos aquellos que han tenido la feliz oportunidad de conocerlo así también lo expresan. Militar de vocación e incansable docente con más de diez mil hora de clase inició su carrera en el campo de la docencia cuando tenía el grado de Mayor. Las aulas de la Academia Militar, de las escuelas de armas y servicios, de la extinta Escuela Superior del Ejército y de la actual Escuela Superior de Guerra de la Fuerza Armada Bolivariana fueron ecos de su sabio verbo.
Pero, cómo verdad de Perogrullo: ¿Quién no conoce en el Ejército al general Hernán Vásquez Peña, y quizá en toda la Fuerza Armada? Si no lo conocen, o no hayan oído hablar de él, pregúntenle a los actuales generales y coroneles que fueron cadetes cuando fue director de la otrora Academia Militar; sino, a todos aquellos que fueron sus alumnos, y los que tuvieron la oportunidad de trabajar con él bajo su comando.
Del general Vásquez, forjado con relieves magníficos en el yunque de la “Casa de los sueños azules”, y curtido en las aulas de la “Casa que vence las sombras”, ha llevado hasta todos los que tuvimos el honor de ser sus alumnos un legado cargado de sus enseñanzas y experiencias, las cuales, abarcando diversos ámbitos del conocimiento y de la ética, compendian un auténtico saber en el Arte y Ciencia Militar; conocimientos y valores que nos iluminaron el sendero del “deber ser” cuando decidimos transitar por los caminos y escaños en la búsqueda de la verdad, y con mieses en las manos para la siembra y el cultivo de las virtudes militares que demanda nuestra profesión.
Particularmente puedo decir que de él fue cuando entendí el “Proceso de Toma de Decisiones”, “Planificación Militar” y “Ejercito de Operaciones”, materias que en sí no eran de difícil aprendizaje, sino que los pocos instructores que las facilitaban en la Escuela Superior no las impartían con tanta emoción y sabiduría como el coronel Vásquez Peña lo hacía. Él es un “artista” y un maestro en el momento de impartir sus cátedras.
Desempeñó con eficiencia y lealtad todos los cargos que le fueron encomendados. Además de docente consumado, fue Director de la Academia Militar, gestión que recuerdan con emoción y gratitud muchos de los generales que hoy integran nuestro gloriosos Ejército. Fue también comandante del Regimiento de Guardia de Honor, comandante del Batallón del Cuartel General del Ejército, de la Segunda División de Infantería y presidente de Seguros Horizontes, institución ésta en la que dejó huellas profundas, no solo por la ayuda desinteresada que prestó a los afiliados sino por gerenciarla de manera eficiente, en el sentido de organizar y poner al día las finanzas, pagar las deudas contraídas con unidades prestadoras de servicios y elevar su prestigio ante la opinión pública.
En la anterior Escuela Superior del Ejército, y ahora en la Escuela Superior de Guerra de la Fuerza Armada Bolivariana no solo se desempeñó como instructor, facilitador y asesor de las cátedras en los ámbitos tácticos, estratégicos y logísticos, sino que su espíritu de colaboración se manifestó también presidiendo con eficiencia y honestidad la Fundación “Carlos Soublette”, y en la elaboración y ejecución de diferentes ejercicios tácticos que complementaban las cátedras señaladas.
Padre y abuelo ejemplar, futuro bisabuelo ya que algunos de sus nietos superan la mayoría de edad, y con cincuenta años de matrimonio con la licenciada Leída Lanza de Vásquez, llegó a conformar una familia digna, emulo para las nuevas generaciones de matrimonios.
El general Vásquez Peña se nos va de la Universidad Militar Bolivariana de la Fuerza Armada, se jubila del campo de la docencia, pero no por falta de voluntad y disposición, eso es lo que le sobra. Quizá sí un poco decepcionado por la manera en que ha sido tratado por los que hoy dirigen el ámbito académico en la institución; no obstante, y de lo que estoy casi seguro es que se va sin guardar ningún resentimiento, ni a la institución en la que sirvió con vocación ni con aquellos que fueron indiferentes en aprovechar su conocimiento y experiencia en beneficio de la formación y capacitación de los profesionales militares.
En dos oportunidades fue puesto a la orden de la Comandancia del Ejército, razones que hasta ahora ninguna autoridad militar ha sabido explicar, o no lo han querido explicar a sabiendas de su honorabilidad, moral y responsabilidad, las cuales nunca fueron puestas en tela de juicio. Sin embargo, se mantuvo incólume y siempre dispuesto a colaborar con su sabia experiencia en el proceso educativo de la Fuerza Armada. Hasta ahora el general Vásquez lleva varios años sin que lo inviten a facilitar materia alguna, sin embargo asiste con puntualidad y disposición en los asuntos que le son de su responsabilidad como profesor titular a dedicación exclusiva en el orden académico.
Extrañaremos su presencia los que aún quedamos en esta digna institución que nos acogió, primero como militares activos, luego como docentes, y que ahora esperamos pronto un relevo y una digna jubilación. Y todos aquellos que lo conocieron durante el tiempo que fungió como docente y gerente. Extrañaremos su voz en los pasillos cuando decía: “¡Buitre… Fidelillo...¡ refiriéndose a sus entrañables amigos – general Fidel Pacheco y coronel Marco Salazar, o cuando saludada: “Cómo está la cosa…”.
Echar al olvido al general Vásquez Peña no será fácil en el Ejército, su pensamiento no sólo quedará sentado en varias de sus obras académicas que hoy las podemos encontrar en la biblioteca de la Escuela Superior de Guerra, sino en todos los que tuvimos la feliz oportunidad de ser sus alumnos.
Hasta luego mi general. Y recuerde aquel viejo refrán: “No hay camino, se hace camino al andar”. Usted ya hizo el suyo, y deja los surcos listos para que otros lo sigan.
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