La empresa en la Tercera Vía
- Julio Sánchez Flores
- 24 mar 2015
- 5 Min. de lectura

Desde hace mucho tiempo se ha planteado la importancia que tenemos los seres humanos de dedicar buena parte de nuestra vida, sino toda la vida, a emprender negocios que tengan como propósito vender un bien o una prestación de un servicio que permita generar beneficios y progreso, y que a su vez solucione o satisfaga la demanda de una necesidad social, sin embargo, para crear un negocio hace falta conocer la realidad social del entorno, los riesgos que deben sortearse, en qué o en quiénes apalancarse, sin dejar a un lado la planificación, el análisis del contexto cultural, el cálculo financiero e, incluso, los sacrificios en el orden familiar y personal que esté dispuesto a enfrentar.
Para que una empresa funcione, es indispensable que cuente con financiamiento o capital propio. Además, se debe tener un pleno conocimiento del mercado en cuanto a estimar la demanda, y conocer sobre políticas y normas en el contexto económico que el Estado formule.
Por este motivo, he decidido escribir en una propuesta, de manera resumida, algunas experiencias que considero significativas como orientación, como sindéresis y como comparación para afrontar el desafío de la vida empresarial de manera positiva y constructiva sobre la base de una “Tercera Vía”, oportunidad que se nos presenta en este mundo globalizado, y en donde aún persiste el antagonismo entre dos modelos económicos: la socialdemocracia y el capitalismo.
Ahora, ¿qué es la Tercera Vía? La Tercera Vía es el nombre que se ha dado a una variedad de aproximaciones y propuestas en el orden político, que en general, sugieren un sistema económico mixto que considera los propositos humanistas del Socialismo y las fortalezas del Capitalismo: lo sustancial de su filosofía es el hombre y su entorno social.
En este sentido, la empresa, bajo el paradigma de la “Tercera Vía”, es vista como una comunidad de personas que, de diverso modo, persiguen la satisfacción de sus necesidades fundamentales y constituyen un grupo particular al servicio de la sociedad entera. La empresa, percibidad de esta manera, no es “posesión exclusiva” de quien tiene el capital ni del Estado. Es un sujeto privado, pero de interés público, en cuanto en que en sí misma convergen las expectativas de una gran variedad de sujetos más allá de los propietarios: los trabajadores, los clientes, la comunidad de referencia, los proveedores de bienes y servicios, y los financistas. En fin, es un ámbito en el que se viven relaciones autenticamente humanas, de amistad y de sociabilidad, de solidariedad y de reciprocidad.
Por otra parte, la empresa de la Tercera Vía tiende a un benficio no como un fin, sino como un medio; es decir: el beneficio es útil si está orientado a un propósito que le provea un sentido tanto sobre cómo producirlo, el interés social y la manera de cómo utilizarlo. Tener al beneficio o ganancia como objetivo exclusivo; más, si es producido de manera antiética y sin el bien común como fin último tendiera a la pérdida de credibilidad y confianza en la sociedad, generaría una coyuntura negativa que llevará más temprano que tarde a la desaparición de la empresa de su entorno social.
No se puede dejar de reconocer que la ganancia constituye uno de los indicadores del buen funcionamiento de la empresa; sin embargo, lo importante es que se haya obtenido sin utilizar prácticas antiéticas para las personas: oferta de productos dañados o dañinos, condiciones laborales que violen la dignidad de los trabajadores; el abuso de una posición monopólica u ologopólica; el aprovechamiento de los proveedores aprobando tácitamente o induciendo el desarrollo de actividades económicas irresponsables; salarios insuficientes; una ausencia de tutela en la seguridad; o la producción de efectos dañinos al medio ambiente.
En este orden de ideas, el beneficio que se genere mediante el proceso productivo en la Tercera Vía debe garantizar a los financistas un retorno satisfactorio que permita o que facilite potenciales alternativas de inversión, y así tender a generar expectativas de futuros proyectos e inversiones que garanticen la supervivencia y el desarrollo de la empresa misma, sin obviar aspectos como: la participación en las utilidades por parte de los empleados en la que se debe considerar para cada uno de los miembros de la empresa su particular contribución, además, los aportes a la comunidad que demanda sus bienes o servicios.
Esto tiene sentido, es decir, para obtener la ganancia esperada, una de las primeras preocupaciones del empresariado debe ser la generación y reconocimiento de la relación con los empleados y proveedores basada en la confianza mutua. Tal confianza es un factor esencial para el desarrollo de la empresa y representa un valor económico capaz de revalorizarse con el tiempo y con el incremento de competencias especializadas.
Cuando más se involucra a un empleado en una relación de confianza dentro de la empresa, más disponible estará para llevar adelante los cambios necesarios para el crecimiento de esta última.
Por otra parte, la empresa de la Tercera Vía debe ser vista como una comunidad de talentos que es, en el sentido de ser percibida como un ámbito educativo. Es decir, no sólo porque es un lugar de desarrollo y transferencia de información, sino un ente de conocimiento, de experiencias y competencias empresariales, técnicas, comerciales, organizativas. Pero, también es obvio que allí es el lugar donde pueden madurar y transmitirse una concepción del hombre y del trabajo, el sentido del realismo y de la responsabilidad, además, de virtudes como la atención, el coraje, la lealtad, la perseverancia y la humildad.
Pero, no solo con la percepción de comunidad de talentos es suficiente para la empresa de la Tercera Vía, sino que se debe planificar una educación laboral que logre el sentido de corresponsabilidad, fin último de la implicación de los empleados con sus directivos. Estimular a una persona en la responsabilidad significa ayudarla en su desarrollo personal, bien sea sobre el plano humano, bien sea sobre el plano profesional, ambos que faciliten el cumplimiento de los objetivos. Pero, la claridad de los objetivos y en las responsabilidades de la comunidad empresarial parte de una clara definición de la estructura de la organización, no entendida como un fin sino como instrumento útil para comprometer a los empleados con la visión, misión y funcionamiento de la organización en pro del entorno social.
Ahora, cual sería el entorno para aquellos que desean emprender en una Tercera Vía? El entorno debe ser favorable: la Tercera Vía exige cambios en el sistema financiero, de manera que los créditos sean accecibles y a bajo costo; el sistema educactivo debe orientar sus diseños curriculares a las necesidades primarias y urgente de la sociedad en el sentido de contribuir a la generación de tecnología en apoyo a las empresas; los gremios profesionales y empresariales deben convertirse en servidores públicos; las instituciones gubernamentales deben estar al servicio de la comunidad diseñando políticas que favorezcan la creación de empresas y la garantía de su funcionamiento. Es aquí donde el Estado tiene su contribución.
¿Y cómo logra esta contribución el Estado? El Estado debe ser la catapulta que proyecte el desarrollo empresarial. Para ello debe promover politicas que sensibilicen la creación de nuevas empresas; en mejorar el acceso de los empresarios al financiamiento; en agilizar los trámites administrativos; en propiciar una educación para empresarios y consumidores; en generar y transferir tecnología; en mejorar la estructura legal y comercial del país; en garantizar la apertura del mercado con libre competencia; en desarrollar la infraestructura fisica y logística; y en fomentar normas culturales y sociales favorables a la actividad empresarial y comunitaria.
Entonces, ¿cuál será el futuro de la empresa en el siglo XXI con este modelo económico? Es cuestión de conciencia. La empresa en la Tercera Vía es un sujeto privado de interés público que tutela las expectativas, no sólo de la propiedad privada sino de todos los principales sujetos y actores involucrados en la vida empresarial y gubernamental, asegurando liderazgo, unidad de mando y eficacia en las decisiones.
Fuente bibliográfica: Hacer Empresa (2010). Compañía de las Obras. CDO. Milán, Italia.
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